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LAS CONSECUENCIAS DEL 11-M

Un inspector de Avilés suplica perdón a las víctimas porque fue "engañado"

La comparecencia anoche del inspector de policía de Avilés Manuel García Rodríguez escenificó el elemento que más emoción imprime a las novelas policíacas: el factor humano. García Rodríguez arrancó pidiendo a los comisionados que no llamen confidente a José Emilio Suárez Trashorras: "Yo preferiría llamarle colaborador ocasional". Unas tres horas después, se fue llorando tras "pedir perdón a las familias de las víctimas" del atentado. "Por si tuve una negligencia u otra cosa. Pero es porque fui engañado por una persona que no pensaba que me fuese a hacer una cosa así", confesó.

Esa persona que le engañó fue el confidente Suárez Trashorras, con quien el inspector llegó a tener un trato más personal que policial pues, según su relato, le "contaba películas", era "muy inestable" y le aseguraba que ya "no hacía ninguna cosa rara". Y el inspector se preocupaba porque así fuera: "Yo sólo le dije que si se metía en una historia delictiva... '¡Como me entere!".

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La supuesta trama

El policía aclaró que él no es el inspector jefe de Avilés, sino sólo jefe de estupefacientes de su comisaría. Y, pese a que exhibió ciertas limitaciones para la retórica, sus respuestas acabaron por convencer a todos los grupos de que él no supo nada de los manejos de Suárez Trashorras con la dinamita hasta después del atentado. Fue el sábado 13, en la jornada de reflexión. El agente se encontró a su confidente en un bar, donde todo el mundo opinaba sobre la autoría y Suárez Trashorras le dio la primicia: "Esto es cosa de los moritos". No le explicó a qué "moritos" se refería. Eso lo hizo el día 17, cuando le contó aquello de que uno de esos "moritos" le había dicho que si no se veían más "lo harían en el cielo". El agente avisó a sus superiores y el confidente fue detenido. Le preguntaron si se actuó con rigor. "Hubo un rigor total a partir de que llegó la gente de Madrid que entendía del tema", contestó.

Lo que pareció desvanecerse con esta comparecencia fue la hipótesis de una trama de policías y delincuentes con el tráfico de explosivos. Al punto que, como declaración final, el diputado del PP Juan Ignacio del Burgo, con tono circunspecto, le dijo que estaba "muy triste". "Desgraciadamente, por las razones que fuera, a usted se le escapó. A usted se le pasó que tenía delante de sí la posibilidad de haber prevenido el mayor atentado que ha tenido este país". Los restantes grupos interpretaron que Del Burgo le estaba responsabilizando de la tragedia. El diputado del PP aclaró que de ninguna forma, "que quede bien claro". Y el policía, compungido, pidió perdón y se fue llorando.

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