Botafumeiro
Le pidieron de todo al Patrón: que no nos ataque el "horror y el fanatismo terrorista" (Rey) y que no se casen los homosexuales (obispo). El Patrón no contestó. Lleva siglos de mutismo, lo cual ha inducido a muchos a la sospecha de que no existe. ¡Cómo no va a existir! Todo lo que se reunía en la catedral era él: la vieja España. Chaqués civiles, uniformes con bandas rojigualdas, mantillas, un rebaño de obispos, un enjambre de autoridades, el Gobierno, el viejo ídolo, el botafumeiro. No conviene dejarse llevar por la impresión de que ésa es la verdadera España ya que nos rige y gobierna, es sólo la cauta y ritual. Cada uno tiene varias acepciones: así es la autoridad. En su vestuario hay toda clase de trajes, desde el de comodoro para navegar a vela en vacaciones hasta el militar para ir de maniobras. Zapatero tocó un poco al ídolo, no le besó, le miró seco, duro y curioso, se fue: a preparar matrimonios homosexuales. Como el obispo subversivo -contra los planes del gobierno legal- se iría a sus conciliábulos.
¡Santiago! Siempre me molestó su leyenda: un tipo inmune, inmortal, celeste, que corta cabezas de moros sin correr peligro alguno, por inmaterial. No es juego limpio. En mi primera estancia en Marruecos, en Tetuán, asistí a una reunión de urgencia convocada por el coronel Sanmartín -abuelo del actual director adjunto de Abc- para evitar motines: el Banco de España había emitido billetes con el grabado de Santiago Matamoros en el acto de decapitarles, como ahora hacen con sus enemigos del "horror y fanatismo terrorista". Se concluyó que no se podía evitar la circulación. No ocurrió nada. Probablemente, porque los moros no tenían acceso a los billetes y se conformaban con la calderilla. Todo lo del domingo era, más o menos, lo mismo. Curioso, pintoresco, folclórico. A los periódicos les interesa lo real: el diálogo de Zapatero con Ibarretxe. Y a todos, mucho más, la cuestión de un tal Armstrong en la vuelta ciclista a Francia, que llaman "el Tour". Lo que se saca de esto es que el obispo les dijo a la cara a los gobernantes y al rey, a los militares y a los fieles, que van a destruir el orden social español por el matrimonio intrasexual, y éstos no le contestaron, ni se fueron. La ventaja es que ya no hay inquisición. Pero, quién sabe...
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