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Del tripartito al triángulo

Las estrategias a medio plazo de los partidos catalanes no parecen muy consistentes con la actual contraposición bipolar entre el tripartito de gobierno y los dos partidos de oposición. Los cuatro congresos de partido celebrados los pasados fines de semana muestran, por el contrario, que el espacio político-ideológico catalán tiende a desarrollar tres polos: la izquierda federalista del PSC e ICV, el centro nacionalista de CiU y ERC, y la derecha españolista del PP (éste con congreso aún pendiente).

En este triángulo multipartidista hay, en primer lugar, dos partidos relativamente grandes, el PSC y CiU, que se sitúan en posiciones relativamente moderadas, compiten por un mismo sector centrista de votantes y enfatizan la agenda catalanista. En el reciente congreso del PSOE, una vez más, Pasqual Maragall y los líderes del PSC han dado gran relieve a propuestas como la distinción institucional entre nacionalidades y regiones, aunque el PSOE ha advertido de que el nuevo estatuto de autonomía de Cataluña deberá estar limitado por el marco constitucional. La resurrección de la propuesta de formar grupo parlamentario propio sugiere que, en caso de que el resultado de la negociación estatutaria fuera insatisfactorio, el PSC podría tratar de acentuar aún más su catalanismo, siempre con la perspectiva de convertirse en un nuevo pal de paller. El congreso de CDC ha sido aún más enfático en quitar relieve a la dimensión izquierda-derecha, mediante el rechazo de una imagen conservadora y la apelación a su condición de partido transversal e integrador, así como en la acentuación de sus posiciones catalanistas, ahora formuladas como un designio confederal. Tras la consolidación del liderazgo de Artur Mas, ha quedado evidente la intención de CDC de aproximarse a ERC como socio potencial de futuro, aunque, por ahora, los líderes de ERC no parecen estar por la labor. Como se ha visto en su congreso, los republicanos persisten en su proyecto de "catalanizar la izquierda" y superar a los socialistas en esa parte del espacio político, mientras siguen acuciando a CiU para que se mantenga en una posición de centro derecha. De acuerdo con este proyecto, ERC acabaría prevaleciendo sobre el PSC en la izquierda como CiU ha prevalecido sobre el PP en la derecha, con lo que se conseguiría la "nacionalización" de la política catalana y la subordinación de los partidos sucursalistas. Pero mientras que, para conseguir este objetivo, ERC debería subrayar sus posiciones de izquierda, de hecho tiende a enfatizar los temas nacionalistas hasta culminar en su llamamiento hacia una república catalana independiente y soberana. A corto plazo, el plan de ERC parece internamente contradictorio y en riesgo de frustrarse. Como casi todo el mundo, los líderes de ERC esperaban que el PP ganaría las elecciones del 14-M, de modo que entonces habrían podido empujar y encabezar una estrategia de confrontación entre el Gobierno de la Generalitat y el Gobierno del Estado que les habría dado más apoyos. Pero el plan era en sí mismo contradictorio con la perspectiva de nacionalizar la política catalana, ya que habría dado más fuerza no sólo a ERC, sino también al españolismo del PP a costa del catalanismo de CiU. Además quedó frustrado con la victoria del PSOE y la nueva oportunidad de diálogo y negociación entre los gobiernos catalán y español. Algunas escenas del reciente congreso de ERC sugieren que sus dirigentes aún piensan que un proceso de aceleración conducirá a un día glorioso en el que Cataluña proclamará unilateralmente su independencia -quizá como una reedición del infausto 6 de octubre de 1934-. En esta perspectiva de radicalización hacia la decisiva batalla final, Carod Rovira ha proclamado que "hay que cambiar la clase dirigente catalana". Esto puede ser coherente con su posición personal extragubernamental y con la intención explícitamente anunciada en su congreso de controlar la tarea de los consejeros de la Generalitat desde el partido. Pero la paradoja es que ERC forma hoy parte de la clase dirigente y gobernante de Cataluña a todos los efectos e incluso apoya formalmente al actual Gobierno español. Más intrigante es que los líderes de ERC no hayan podido adecuar a su nueva tarea gubernamental la organización del partido y éste mantenga su carácter asambleario. Como dijo el mismo Carod al terminar el congreso, ERC es hoy un partido "muy imprevisible", capaz de dar un bandazo en cualquier momento inesperado. Por último, el congreso de ICV ha consumado su transformación desde el comunismo al ecologismo. Sin embargo, a diferencia de otros partidos verdes europeos de los que ahora es socio formal, mantiene una fuerte línea de continuidad con los valores progres que de hecho ya caracterizaban en gran parte, más que el comunismo, al difunto PSUC. Pese al cambio de etiquetas, ICV sigue estando situada a la izquierda del PSC, por lo que carece de poder de amenaza y negociación ante su socio mayor. Joan Saura dijo en su reciente congreso que no consideraba otra alternativa de coalición, pero ello es debido a que, a diferencia de los demás partidos, no tiene otra opción disponible. También este partido se ha confirmado como asambleísta, "con una pata en el Gobierno y otra en la calle", pero en su caso esto sólo muestra la relativa debilidad de su actual posición gubernamental y la conveniencia de estar siempre preparados para un eventual retorno al activismo callejero. A diferencia de ERC, las posiciones de ICV son altamente previsibles: un remolque colorista a la izquierda del PSC. En este panorama falta el PP, cuyo congreso tendrá lugar después del verano. Aunque su reciente evolución lo configura en Cataluña como un partido de tamaño mediano, sigue siendo relativamente débil debido a su posición extrema en las dos dimensiones político-ideológicas: es el más españolista (o menos catalanista) y el más derechista (o menos centrista) de los cinco partidos con representación parlamentaria. Su posición, sin embargo, es decisiva para configurar el espacio bidimensional. De hecho, el sistema de partidos de Cataluña no puede situarse sólo en la dimensión izquierda-derecha -como pretendería ERC- porque está muy condicionado por el Gobierno español. Cuando en España gobernaba el PP, éste aparecía en Cataluña como un polo extremo frente al que las simétricas posiciones extremas de ERC consiguieron creciente atracción. En cambio, cuando gobierna el PSOE en España, la relativa moderación del PSC convoca a una oposición también relativamente moderada, que podría agruparse mejor en torno a CiU. Los resultados de estas diversas apuestas estratégicas dependerán del grado de éxito que tengan en los próximos meses el diálogo y la negociación sobre las reformas constitucionales, estatutarias y de financiación. Paradójicamente, a ERC un acuerdo muy satisfactorio entre los gobiernos de la Generalitat y del Estado, a los que apoya, le podría perjudicar como partido, por lo que la rivalidad interna entre los socios del tripartito y las consiguientes tensiones probablemente no disminuirán. El futuro puede ser, pues, menos estable de lo que aparenta. En todo caso, no parece probable que vuelva la época de las mayorías absolutas de un solo partido, ni en Cataluña ni en España. Quizá lo más duradero de la experiencia del tripartito sea haber iniciado las fórmulas de coalición.

El espacio político-ideológico tiende a desarrollar tres polos: la izquierda federalista del PSC e ICV, el centro nacionalista de CiU y ERC, y la derecha españolista del PP

Josep M. Colomer es politólogo y autor de Cómo votamos (Gedisa).

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