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Columna
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Su señoría se lo olió

Días después de iniciadas las sesiones de la comisión de investigación del Congreso, su señoría decidió que ya estaba bien de cachondeo. Y como era consciente de que carecía de la solemnidad, la flema y hasta la peluca de un parlamentario anglosajón, aquella mañana tomó su elegante portafolios, con nombre y cargo grabados en oro, y lo vació de notas, cuestionarios, agendas, y dibujos de veleros, palmeras y tetas, para llenarlo con los bocadillos envueltos en papel de aluminio, que le preparó la vieja Marta; un tupperware de encurtidos; un taparrabos de color canela; y unas gafas Ray Ban Gatsby, miró el reloj y salió a toda prisa hacía la Carrera de San Jerónimo. Al mediodía pensaba acercarse a la piscina de su barrio y disfrutar de unas horas de esparcimiento. Lejos de allí, en Torrevieja, su mujer y sus hijos ya estarían dándose chapuzones, y, entre tanto él, bien metido en tan disparatado guirigay. En la sesión de la mañana se produjeron, como de costumbre, olvidos, dudas, contradicciones, obsesiones con el Titadyne, y, para colmo, supo que los servicios de inteligencia estuvieron "fuera de juego". Pero observó un inquietante revuelo entre los comisionados: venteaban la sala como si percibieran la presencia de alguna divinidad salvífica. De su portafolios emanaban unos efluvios tan excitantes que los jugos gástricos de sus colegas declamaron un estrépito. Y hasta el compareciente, que era un alto funcionario, confundió una marca de dinamita con otra de ibéricos. La pituitaria del presidente de la comisión recorrió parsimoniosamente el lugar, hasta depositarse, acusadora, sobre el portafolios de su señoría. Al saberse descubierto, su señoría abrió el portafolios, desenvolvió los bocadillos de tortilla de patatas, y de chorizo, y exclamó: Soy culpable, pero ni hago sarcasmos con lo de la furgoneta, ni me apropio de documentos ajenos, como el fiscal Fungairiño y el ciudadano Aznar. ¿Ustedes gustan?, dijo, luego le metió una dentellada a la tortilla, presentó la dimisión, cogió su coche y partió hacia la costa. Que les den a esos jetas, musitó.

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