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Columna
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RTVV

Al parecer, la audiencia de los Telediarios de la TVE-1 ha caído en picado desde que se notan los cambios en el ente público; puede que sea debido a que hasta ahí se nutria en parte con televidentes cómodos con el producto, quizás porque traducía con evidencia una orientación gubernamental con pocas fisuras; y aunque los cambios en las administraciones son lentos por definición, que la caída se haya producido de inmediato advierte de que el cliente es más exigente de lo que la empresa le da. Imagino qué otras audiencias han ido a engrosar esas pérdidas pero el dato no resulta en absoluto baladí, porque conduce a lo que -con todo el candor del mundo-, se pueda entender como irrealizable, pero que con las reglas de juego escritas en ristre, es de obligado cumplimiento: el pluralismo.

Los medios de comunicación de titularidad pública todavía sufren entre nosotros el handicap de cuando fueron un instrumento puro y duro de propaganda política de la Dictadura en un contexto de pluralismo informativo limitado (la Iglesia, el Movimiento, el carlismo colaboracionista, los monárquicos y algunas familias de millonarios que molestaban más bien poco al régimen) y de control asfixiante de lo publicable. Por eso no es infrecuente que todos los actores políticos que no controlan los medios de titularidad pública (hoy sólo cadenas de televisión y de radio,) se quejen hasta la saciedad de lo que quien manda en ellos hace y no duden en hacer lo mismo tan pronto como el cambio político lo permite.

Viene esto a propósito (y no consigo liberarme de mi candor) del asunto de los telediarios, y de dos datos más: uno, el reciente nombramiento por el presidente de la Generalitat Valenciana del director de RTVV; y, dos, la intención del presidente de la Generalitat de Catalunya de comparecer durante algo así como una hora, y de cuando en cuando, para responder en directo a un elenco de ciudadanos escogidos en la televisión pública catalana.

A nuestro presidente se le ha criticado de inmediato el nombramiento, no porque se trate de un hombre próximo al PP, sino porque se habría utilizado un atajo para obviar al órgano rector del ente y ganar tiempo (cuando, por otra parte, la oposición entendía como insostenible la situación que ahora se quiere corregir con este nombramiento). Al presidente catalán, o a quienes han lanzado la idea, se les tilda de populistas, de émulos del patético programa que Chávez protagoniza en la televisión de su país (Aló, Presidente).

Con todo, lo lamentable del caso catalán es que a las críticas de CiU, el PSC haya respondido que también Pujol abusó de la televisión catalana; es decir, que como el otro lo habría hecho, nosotros también.

Por ello, desde este candor republicano que me embarga y que me dicta que una de las virtudes públicas más preciadas es el compromiso sagrado para que el pluralismo no sufra a manos del poder político, yo le sugiero al nuevo director de RTVV que haga las cosas de modo que, cuando le suceda a él el (o la persona) que decida un Consejo de Administración nombrado por la misma o diferente mayoría en las Cortes Valencianas, a ser posible con más técnicos que políticos en su seno, nadie reclame monopolios esgrimiendo que otros (vulnerando las reglas de juego) los tuvieron.

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Estoy seguro de que una televisión valenciana plural de verdad, además de ser una preciada novedad en el género, ganaría en audiencia, en calidad y, sobre todo, en excelencia.

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