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La música contemplativa de Geri Allen cierra el Complujazz

La buena noticia es que Madrid ha ganado un nuevo espacio verde y florido, el flamante Jardín Botánico de la Ciudad Universitaria, y, con el mismo, un I Festival Complutense de Jazz de muy altos vuelos que cerró, el sábado, la pianista Geri Allen al frente de su quinteto. La estadounidense, que alternó el piano de cola con los teclados electrónicos, ofreció un concierto de una belleza escurridiza, algo equívoca, desde sus primeros compases en clave contemplativa a la espectacular versión final del clásico Sittin' on the dock of the bay, con exhibición del saxofonista Dave McMurray. Consecuente con la tendencia del nuevo jazz a buscar sus referencias en los maestros del pasado, Allen encuentra las suyas en los movimientos de fusión de principios de los setenta. Y si terminó por encandilar a un respetable que estaba por escuchar jazz y no los tantos sucedáneos que campan a sus anchas por los festivales del género, otro tanto puede decirse de Don Byron, el protagonista del concierto del viernes, a quien sólo calló el fenomenal tormentón desatado sobre la ciudad esa noche. Su frustrado recital discurrió entre el ir y el venir de las partituras llevadas al viento y la entereza de los aficionados, que terminaron escuchando apretaditos a pie de escenario mientras se pudo. Al clarinetista y saxofonista le dio tiempo a evocar a Jobim en una de sus piezas menos conocidas a través de una interpretación memorable que sirvió de lucimiento al violinista Hugh Marsh.

Inauguró este primer Complujazz el jueves 15 el también saxofonista Steve Coleman al frente de la Sociedad del Ritmo Místico. Como es costumbre en el músico, asiduo visitante de nuestros escenarios, la suya es una propuesta hermética, casi asfixiante, que no concede respiro al intérprete ni al oyente que ve venirse el aluvión sin tiempo para reaccionar: quien no tomó las de Villadiego pudo disfrutar de una agotadora suite de estructura incierta y duración cercana a la hora; la vocalista chinoamericana Jen Shyu bordó un Boddy & soul de estilo cubista, y tanto el líder como su álter ego, el trompetista Jonathan Finlayson, tuvieron espacio para expresarse en la medida en que la música y su inspiración se lo permitieron.

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