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Columna
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Esquinas

Las nubes tormentosas acaban descargando un aguacero sobre la abigarrada población nocturna de Las Ramblas. De repente, una plaga de vendedores recorre las aceras ofreciendo paraguas a los turistas que se han guarecido bajo las cornisas. Sus integrantes proceden de una multitud de comercios, propiedad en su mayor parte de paquistaníes, que permanecen abiertos hasta altas horas de la noche, quien sabe si al acecho de esa oportunidad. Barcelona ofrece ese tipo de ejemplos de vitalidad. A mayor o menor escala, todas las ciudades lo hacen. Es la dinámica de Babel, de la mezcla y el intercambio, que se expresa a menudo en chispazos de conflicto. Como en el distrito barcelonés de Ciutat Vella, donde pancartas en los balcones reclaman el derecho al descanso del vecindario. Sus calles, llenas de locales de ocio, podrían ser las del barrio de El Carme, en Valencia, no sólo por los problemas de ruido y alboroto, sino por la invasión de esa internacional del cuelgue que esparce individuos de aspecto lastimoso, procedentes de cualquier punto de Europa, siempre acompañados de un chucho esquelético, ocupados en pedir, comer, beber, dormir, orinar y emborracharse sin otro sentido aparente que volver a hacer lo mismo al día siguente. No es agradable tener que sortearlos al salir de casa o saltar sobre sus cuerpos amodorrados al girar cualquiera de esas esquinas que una exposición del Fòrum de les Cultures, titulada Ciutats, cantonades, reivindica como puntos de interesección física y de intercambio social, como metáforas de la ciudad en su condición de ámbito de la diversidad, de la coincidencia y de la diferencia, del estímulo y de la innovación. Hay esquinas famosas y de mérito en la muestra (Times Square, Deux Magots, Picadilly, Bund-Nanking Road, Quattro Canti...), hay esquinas múltiples, transparentes, barrocas, posmodernas... Y antiesquinas, que niegan el contacto y la intersección de personas y actividades. Precisamente Valencia aporta a la exposición la fotografía de unos bloques de barrio dormitorio como ejemplo de una de las formas de "no ciudad", lo que resulta injusto para los dignos chaflanes valencianos tanto como para el espíritu general de la urbe, aunque su alcaldesa promueva un urbanismo (véase la avenida de las Cortes) que ignora el ameno prestigio de la esquina.

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