Lothar Baier, escritor
Hombre de letras en el más genuino y francés sentido de la palabra, al final decidió bajarse de un mundo que para él ya sólo significaba desilusión. De Lothar Baier en Alemania hace ya mucho que no se escuchaba hablar; el escritor, periodista y traductor se había alejado cada vez más de su país natal. En los años setenta y ochenta, en cambio, hubo pocos debates intelectuales en los que no participara.
Nacido en plena Segunda Guerra Mundial, en 1942 en Karlsruhe, estudió a conciencia tres carreras que sintetizaría luego en sus ensayos: Germanística, Filosofía y Sociología. Desde muy temprano encontró cobijo intelectual al oeste del Rin y sobre todo en Jean-Paul Sartre y su humanismo radical.
Francia fue su norte: "Quien considere la amistad franco-alemana como la razón de ser de la República Federal, podía comprobar en Lothar Baier que ésta era no sólo una reclamación de Adenauer, sino también de la gente joven que, hacia el final de su mandato, comenzó a poblar las universidades", recuerda el periodista Jürgen Busche.
Fueron aquellos los años en los que, tras una eufórica reconstrucción que se basó en el olvido del oscuro pasado, en Alemania poco a poco se cimentó aquella cultura discursiva en la que Baier siempre se alineó en la izquierda, antidogmática, pero radical en su crítica al capitalismo. Varios de sus libros -tan sólo uno de ellos, ¿Qué va a ser de la literatura?, traducido al español- giraron sobre Francia; la contemporánea (Französische Zustände y Firma Frankreich) y la histórica (Die grosse Ketzerei).
Quiso radicarse allí, al igual que sus admirados John Berger y Jorge Semprún, pero fracasó en su intento de vivir en un cortijo en Ardeches, una experiencia que reflejó en la prosa de Jahresfrist, publicada en 1985. Cuatro años después caería el muro de Berlín, y no sólo Alemania, sino el mundo entero, dieron vuelta.
Baier desconfió profundamente de la reunificación de Alemania, condenó la intervención militar en la antigua Yugoslavia y deploró la recuperación de la confianza geopolítica por parte de políticos como Gerhard Schröder y Joschka Fischer. Tuvo que constatar que la izquierda, tal y como él la conoció, ya no existía. Intentó pensar nuestra época y su aceleración -Keine Zeit, se llamó este libro, publicado en el año 2000-, pero acabó marchándose, una vez más.
En esta ocasión su destino fue el Canadá francófono. Se radicó en Montreal, trabajó sobre la literatura de Quebec, y desde allí participó también en la edición completa de Jean Améry, aquel gran ensayista y sobreviviente del terror nazi que fue otra de sus almas gemelas. Como Améry, también Baier finalmente desistió de tantos fatuos esfuerzos y acabó con su vida, el domingo pasado.
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