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VISTO / OÍDO
Columna
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El enigma Fungairiño

Me desperté -si es que alguna vez estoy realmente despierto- y me precipité sobre los periódicos: la comparecencia del fiscal jefe de la Audiencia Nacional no estaba en primera página. Sin embargo, era la noticia del día, más que la del incendio -cuya condición de canallada capitalista no se ha mostrado todavía: una central eléctrica en el centro de la ciudad, con miles de litros de aceite, en un barrio donde la yesca está poblada- y algunas cosas más. ¡Bendita televisión! Habíamos visto a este prohombre declarar en el Congreso, interrogado por el héroe civil que es Labordeta, y era como el más estúpido de los diplodocos sin extinguir: no había oído nunca hablar de la furgoneta de Alcalá, sigue creyendo que ETA es culpable de Atocha, no lee nunca los periódicos y en la televisión sólo ve los documentales de la BBC. Cielos, en qué manos estamos. Pesadas manos que pueden encarcelar y juzgar, y que pueden dar libertad. Ah, leo la información de Abc, que es de su cuerda, y dice que fue "irónico y cáustico". Ah, luego no eran verdad las cosas que decía ante el Congreso. Menos mal, pensé, que ese periódico cambia de director en septiembre: éste debe ser "irónico y cáustico". Pero ¿va a cambiar de fiscal jefe la Audiencia Nacional? ¿Va a marcharse él mismo para aumentar la pereza que parece caracterizarle?

Éste es uno de los grandes enigmas de todo el asunto del 11 de marzo. Repito otra vez que desde el círculo externo a la justicia, a la política y el periodismo de melones: todo es sencillísimo y horrible: los islamistas atacaron Madrid y mataron 190 inocentes, el Gobierno disfrazó esa información que podía perjudicarle en las elecciones porque el ataque era consecuencia de su política belicista contra la que había estado todo el país, mintió diciendo que había sido ETA porque eso favorecía su política general; la gente se dio cuenta y le quitó el poder. Ni más ni menos.

Ahora sucede que la derecha en pleno mantiene la mentira, y en ello aparece nada menos que el fiscal jefe de la Audiencia; o es que realmente no sabe nada de nada, y no sé si es peor; o si oculta la verdad ante la representación del pueblo que suele llamar soberano (¡qué va a ser! Aquí no es soberano ni el Soberano). Cualquiera de los casos es altamente preocupante. Más aún que no sea un caso aislado, sino que el dominio del país sea así aún.

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