Muchos errores, ningún culpable
El 'informe Butler' sobre Irak pone de manifiesto el estilo presidencialista de gobernar de Blair
El informe de lord Butler sobre los errores de inteligencia en la preparación de la guerra de Irak se ha convertido en un ejemplo en carne viva de una parodia, la célebre serie de la BBC Sí, ministro y su secuela, Sí, primer ministro, que retratan el enorme poder e influencia de los altos funcionarios británicos, los mandarines de Whitehall. Lord Butler, medio siglo de experiencia y cinco primeros ministros a sus espaldas, ha hecho lo mismo que el personaje central de la comedia, sir Humphrey: poner en evidencia los errores y bajezas de los políticos para conseguir que al final no haya culpables, porque donde muchos ven maquinaciones él no ve más que humanas torpezas.
Muy pocos consideran que el informe de lord Butler pueda ser despreciado como un mero enjuague, como ocurrió con el dictamen del juez lord Hutton en enero pasado. Pero choca que la retahíla de evidencias que contiene en sostén de la tesis de la presión y la manipulación política se transformen al final en un veredicto de culpa colectiva que excluye cualquier responsabilidad personal. "Letanía de errores pero nadie a quien culpar", titulaba ayer el diario The Guardian en primera página. El informe "deja claro que los argumentos a favor de la guerra eran engañosos aunque haya concluido que Tony Blair actuó de buena fe", subraya el blairista y moderado Financial Times en su editorial. "Aunque el informe considera que no hay evidencias de que la inteligencia se hizo a medida para apoyar una política decidida de antemano, hay elementos en sus 196 páginas susceptibles de llevar a una opinión diferente", observa el diario.
Una vez más ha sobrevivido a una crisis que podía haber sido letal para él
Una vez más Tony Blair ha sobrevivido a una crisis que podía haber sido letal para él, pero no sin desgaste. Lord Butler ha hecho hincapié en el estilo presidencialista con que ejerce sus funciones y, fiel a su estirpe de mandarín, critica la tendencia de Blair a tomar decisiones en reuniones "informales" con sus colaboradores más íntimos y sus ministros más próximos, sin que quede constancia documental de esas conversaciones de sofá.
"Irak se debatió 24 veces en el Gabinete", clamó ayer el viceprimer ministro, John Prescott. Pero lo que denuncia Butler es el hecho concreto -y contrario al metódico sistema procedimental de la Administración- de que la información sobre Irak que llegó al Gabinete fuera básicamente oral a pesar de que había "excelentes papeles" escritos por altos funcionarios que no se hicieron circular entre todos los ministros. Blair no sólo llevó al Reino Unido a la guerra con datos -que en muchos casos han resultado no ciertos- que él transformó en "pruebas incontestables", sino que la mayoría de sus ministros no pudieron ver una documentación previa que les permitiera opinar con más conocimiento de causa sobre la situación en Irak cuando el Gabinete se enfrentaba a la disyuntiva de dar más tiempo a Naciones Unidas o ir a la guerra.
El problema de fondo para Blair es que el informe refuerza la tesis defendida por el ex ministro conservador Kenneth Clarke y el ex ministro laborista Robin Cook de que, si el Parlamento y el Gabinete hubieran tenido toda la información que tenía Blair en marzo de 2003, no habría autorizado la invasión de Irak.
Sin embargo, el horizonte político de Blair parece más despejado que nunca desde que estalló la crisis de Irak. Los sondeos electorales siguen dando ventaja a los laboristas frente a los conservadores y su rival más peligroso parece más su ministro del Tesoro, Gordon Brown, que el líder de la oposición, Michael Howard. Pero las diferencias ideológicas entre Blair y Brown son de matiz académico y sus ambiciones personales sólo parecen preocuparles a ellos mismos, a sus próximos y a los corresponsales políticos de Westminster.
Anoche se celebraron elecciones parciales para elegir sendos diputados en dos distritos electorales de tradición laborista, uno en Leicester y otro en Birmingham, cuyos resultados no se conocían al cierre de esta edición. Pero, aunque la lucha parecía muy igualada, sobre todo en Leicester, el resultado puede tener un valor simbólico muy relativo porque una victoria de los liberales-demócratas sólo parecía posible gracias al apoyo de votantes tories. Algo que no ocurriría en unas elecciones normales.
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