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Columna
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Huida hacia adelante

Mi paisano el rockero Miguel Ríos se queja en un reciente reportaje de que la política es ingrata y recuerda aquellos años en que Felipe invitaba a los artistas izquierdosos a su bodeguilla para convencerlos de la conveniencia de que España entrase en la OTAN. Aquél fue un ejemplo de libro que demuestra hasta qué punto la realidad con que se enfrentan los políticos les hace defender lo indefendible.

Doy ahora un salto temporal y regreso a Valencia. El presidente Francisco Camps es otro político atrapado en un corsé, del que no puede escapar. Como estoy de buen talante, empezaré suponiendo que Camps entró en la cosa pública para promover el bien común. Vale, es un buen tipo, concedido. Olvidemos el pecadillo original que cometió al contaminar su alma como heredero del luciferino Eduardo Zaplana, el cual, antes de irse, le dejó las arcas sin un centavo y una faca clavada en la espalda. Las malas compañías tienen eso, corrompen la inocencia en flor. Pero encima, por si fueran pocos los problemas que el recién llegado se encontró nada más jurar el cargo, el Partido Popular perdió las últimas elecciones generales, con lo cual se vino abajo el trasvase del Ebro, único argumento que le quedaba a Camps para mantener en vereda a los empresarios del ladrillo.

¿Qué hacer?, seguramente pensó. La verdad es que sólo tenía dos opciones, cerrar el pico o protestar, y ambas conducen a la derrota, porque si cierra el pico queda como un cagueta y, si protesta, el PSOE se le ríe en las barbas. Eso es lo malo cuando gobierna el enemigo. Pero la política es el arte de sobrevivir cueste lo que cueste, así que Camps eligió la huida hacia adelante y henos aquí ante los tribunales contra el gobierno central, encabezonados con una causa perdida de antemano, pues no sólo el difunto trasvase del Ebro era un turbio negocio envuelto en celofán, sino que encima viene ahora el Comité de Peticiones del Parlamento Europeo y condena por escrito la muy pepera Ley Reguladora de la Actividad Urbanística por los "graves abusos contra miles de ciudadanos" y pide a la Comisión Europea que reconsidere su decisión de financiar el trasvase Júcar-Vinalopó. ¡Toma castaña!

Pero Camps, erre que erre, sigue en su huida hacia adelante, de modo que el otro día presentó en público una especie de oxímoron propagandístico que se acaba de inventar su consejero Rafael Blasco y que lleva el pomposo título de Manifiesto de la sociedad valenciana por un desarrollo sostenible del territorio (entre paréntesis, quizá Blasco debiera leer mil veces la extraordinaria carta que el lector Carlos de Aguilera Salvetti publicó el domingo en esta página sobre trasvases y propaganda, a ver si aprende). Digo oxímoron porque desarrollo y sostenible, tal como lo concibe esta gente, son términos opuestos e incompatibles, con tanta urbanización, cemento armado y campos de golf. Algo va terriblemente mal en esta comunidad autónoma cuando la única diputada que dice la verdad sobre nuestro "modelo enloquecido de desarrollo" -Glòria Marcos- es de Izquierda Unida, organización política agonizante desde el punto de vista electoral. Se ve que la ciudadanía prefiere también cerrar los ojos, escuchar mentiras y seguir galopando hacia el desastre.

www.manueltalens.com

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