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Tribuna:¿Hay que apostar de nuevo por la energía nuclear?
Tribuna
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Esperando la fusión

La naturaleza y nuestra inteligencia nos han mostrado dos formas de extraer eficientemente energía del núcleo atómico: fisión y fusión. La fisión nuclear, que consiste en la ruptura de núcleos pesados (uranio, torio), es en la que se basan las actuales centrales nucleares que nos dan energía eléctrica. La fusión nuclear basada en la unión de núcleos ligeros (hidrógeno) en condiciones muy exigentes de la naturaleza, hoy logradas, nos pone sobre la pista del futuro inagotable de generación de energía. En ambas alternativas nucleares nos encontramos con una fuente capaz de darnos una energía por unidad de masa hasta millones de veces superior a otras alternativas, y que encaja adecuadamente en las diversas escalas de tiempo que manejamos, las necesidades de hoy, y el legado que queremos dejar a las generaciones venideras. Se quiere cumplir el Protocolo de Kioto en 2012, simple mínimo, porque está claro con el conocimiento actual, contrastado por la experiencia, que el efecto del consumo de la sociedad es el protagonista del calentamiento del planeta por efecto invernadero debido a las emisiones de gases, CO2; y las advertencias son ya demasiadas y solventes como para no hacerlas caso y ¡a corto plazo! Este hecho elimina el uso de un combustible tan abundante e histórico como el carbón.

Aquí y ahora, reconociendo la urgencia, nos queda la energía nuclear de fisión

Pero sigamos adelante, y constatemos cómo el modelo actual de generación eléctrica no ha sido capaz en ocasiones muy recientes de abordar situaciones que pueden ser lamentablemente más habituales de lo que pensamos en un futuro, y nuestra cómoda, y cada vez más introducida energía eléctrica, ha quedado fuera de juego en momentos críticos sin que los loables esfuerzos de otras fuentes alternativas puedan capitalizar más de un 0,05% de la demanda. Pero, es que este país ha crecido en consumo de energía el doble de su riqueza y éste es un modelo claramente insostenible, pensando además en una creciente demanda y población. El petróleo cumplirá por muy poco tiempo su misión, sobre todo en nuestro cotidiano sector del transporte, y la advertencia sobre su escasez, falta de nuevos descubrimientos y encarecimiento progresivo es bastante clara.

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Esta realidad se resuelve con el planteamiento del uso del hidrógeno a 20-30 años. Pero generar hidrógeno requiere energía, y lo queremos y necesitamos ¡ahora! El gas, que cumplirá su misión a corto y medio plazo, no será suficiente para abordar toda la demanda necesaria a muy largo plazo, y su duración se plantea en un siglo y medio (¿dos siglos?). Es evidente que el uso de fuentes renovables (fundamentalmente la solar) cumplirá un papel importante, pero no en un futuro tan cercano como en el que se desarrollan, ¡ya!, los problemas energéticos en todos los sectores de consumo, y debería de quedar claro a largo plazo que no se trata de un problema de competencia entre fuentes sino de diversidad en su forma de uso y capacidad de sostenibilidad en el tiempo.

De manera que aquí y ahora, reconociendo la urgencia del problema, nos queda la energía nuclear de fisión. A esa alternativa es lógico que la sociedad le pida varios condicionantes: no proliferante, segura y que se reduzca la radiotoxicidad y vida de sus residuos. No sería la seguridad probablemente quien fuese contemplada como el elemento más preocupante por la sociedad, vista la experiencia acumulada por la tecnología occidental, sino el tratamiento de los residuos radiactivos. Lógico, porque el individuo y la sociedad oyen, con incertidumbre, cifras de decenas de miles de años de vida de esos elementos confinados. Sin embargo, esta percepción cambiaría drásticamente si la noticia fuese que el confinamiento de esos productos se diese en cientos de años y en una continua vigilancia... en un tiempo cuya escala es menor que algunas maravillas arquitectónicas que contemplamos todos los días en nuestras ciudades.

La colaboración internacional ha buscado desde hace tiempo (y esto me permite recordar la contribución de científicos españoles) el desarrollo de sistemas de transmutación de residuos radiactivos cuya investigación progresa muy significativamente, de manera que llegase su implantación en el momento necesario incluso permitiendo un doble uso con generación de energía. Hoy en día, países como Francia, el Reino Unido, Finlandia, Suecia, Japón, China, y otros países asiáticos, sin esperar tanto, ya plantean la construcción de reactores de una generación superior en seguridad. Cierto, la aceptación pasa porque la industria desarrolle un nuevo ciclo de sistemas, y lo está haciendo con la llamada Generación Cuarta, donde el planteamiento de seguridad se asume ya cubierto, y se plantea la reducción sustancial de los residuos y la elevación de la temperatura de trabajo para permitir simultáneamente la producción de hidrógeno.

Finalmente, y en otra escala temporal, la sociedad ya sabe hoy al escuchar la palabra fusión que existe otra fuente de energía nuclear de carácter limpio, seguro e inagotable al hacer uso del hidrógeno que se puede extraer del agua del mar. Y esa realidad se encuentra en una perspectiva temporal comparable con la que usamos para referirnos a nuestras generaciones venideras: 50-100 años... no es nada... pero ahí se acaba el petróleo... y comenzaremos (comenzarán) a hablar de la escasez en "otro siglo" (no más) del gas.

La conclusión es que la energía nuclear de fisión y sus recursos son una solución en la escala de corto, medio/largo plazo, para simultanear su existencia y dar paso a la de fusión nuclear que se combinará amigablemente con el conjunto de las energías renovables y alternativas.

J. Manuel Perlado es catedrático de Física Nuclear y director del Departamento de Ingeniería Nuclear de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid.

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