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VISTO / OÍDO
Columna
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La pequeña muerte

Irak tendrá un poquito de pena de muerte. El primer ministro colaboracionista, Alaui, anunciaba aquí: "muy restrictiva, por un tiempo muy limitado". El de matar ligeramente a Sadam y a algún que otro malo. Los librepensadores no lo son sólo frente a la aberración de las religiones, sino frente a otros laicismos bestiales sacralizados con sus mayúsculas orgullosas, de clase: Justicia es una, y frente a ella hay una ética de pensamiento que le parece indeseable fijar un castigo máximo para delitos anteriores; las leyes de Sadam estaban igualmente fuera de cualquier ética, y los que vivimos mucho vemos cómo legal es todo lo que hace el vencedor contra el vencido. En un país como ése apenas varía la pena de muerte, excepto en ese punto moral: hacer legal lo que es delito. La tutela de la ONU parece que determina la legalidad de las acciones. El Congreso español, que retiró las tropas de Irak porque era una guerra injusta, aprueba el refuerzo a las que hay en Afganistán porque es justa: y no es verdad. Ni con ONU ni con europeos. Dentro de él, con gran regocijo del observador, el muermo Rajoy denigra al que propone el envío -Zetapé- pero vota a favor. Hay una tradición judía: siempre hay treinta y seis hombres justos, suficientes para soportar el bien, y por ellos Dios no destruye el mundo. En el Congreso hubo nueve hombres justos que votaron en contra.

Y en La Haya va a continuar el día 14 el juicio a Milosevic. No sé si es mejor o peor que Sadam, que Sharon o Bush: pero el Tribunal Penal Internacional le eligió, después de que su país tuviera que entregarle para salir del bloqueo de EEUU que, sin embargo, no acepta para sí ese tribunal. Veamos la Justicia, con su mayúscula de clase: un cardiólogo nombrado por el tribunal reconocerá al preso y determinará que no tiene salud para llevar su propia defensa. El tribunal nombrará un defensor de oficio, que tiene ya nombrado, "en interés de la Justicia", y ése le defendería. La nueva expresión dice: "El derecho de una persona a representarse a sí misma puede no ser absoluto". La verdad es que no se consiguen pruebas de sus crímenes. Sólo convicciones. Como las que Acebes y Zaplana dijeron el 11 de septiembre: la convicción moral de que fue ETA. Y no fue.

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