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Columna
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Páncarting

Creo que las pancartas son, además de un medio de expresión y de protesta inteligible, una próspera industria punta en nuestro tejido productivo. Ruego observen cómo empleo los términos adecuados para el tema. No se han desarrollado -por ahora- estudios que establezcan los orígenes, desarrollo y plenitud del pancartismo, aunque todos sepamos de qué va, igual que no nos acordamos de la Física cuando pulsamos un interruptor para que se haga la luz. Se echa de menos el trabajo de algunos investigadores que dejen catalogado este fenómeno para siempre.

Es reciente, como lo son las modalidades de protestas reivindicativas controladas. Las otras se han llamado revoluciones sociales, algaradas, e incluso confrontaciones civiles. Aquellas marchas ofensivas de trabajadores y campesinos, bajando las laderas amenazadoramente, flameando alguna bandera subversiva, enarbolando teas, hachas o tirachinas solían finalizar con la ruda respuesta de los guardias, que no hacían distingos a la hora de repartir mamporros. La idea inicial era reunir a los descontentos y canalizarlos hacia donde pudieran escucharse sus voces, aunque resulte muy difícil entender a una multitud enardecida, cuando no se han realizado ensayos corales previos.

Todos quieren gritar al mismo tiempo y buena parte de las pretensiones pierden fuerza al no ser claramente percibidas. Para mí -que no soy siquiera un aficionado en la materia- puede que ahí esté el origen de la pancarta: era necesaria una explicación, clara, precisa y resumida de lo que solicitan esas masas u otras cualesquiera. Inventada la pancarta, se procede al breve entrenamiento de quienes la empuñan. Sospecho que primero fue la singular e individualizada, que portan unas pocas personas, moviéndose en círculo por lugares previamente concertados con la autoridad competente. Es lo que se lleva a cabo en los países anglosajones y vemos en tantos filmes e incluso informaciones televisadas: Escuetos letreros insertados en un palo, donde se llama ladrón, asesino o explotador a determinado sujeto que quiere cerrar la fábrica para obtener pingüe plusvalía por el terreno. O consignas explícitas, pidiendo la amnistía para personas o animales en peligro de extinción.

Hoy es una técnica depurada y valiosa que tiene, además, la rara virtud del anonimato. A nadie se la ha ocurrido firmar el grito o la consigna reproducido en la pancarta y aunque la mayoría son frases comunes, sencillas, comprensibles por todos los caletres no se le puede negar ingenio a otras, que acaban incorporándose al acervo común. Las hay muy simples: "No a la guerra" es de primer curso. Parecido efecto convocatorio podría despertar un "No a la gripe", o en estos agobiantes días veraniegos, un rotundo "No a la ola de calor". Otra observación personal es que se desaproveche la efervescencia social que ampara a las manifestaciones, para expresar sentimientos personales. Por ejemplo, alguien que portara un cartel donde se asegurara que "Mengano es un cornudo", o "Felipa, zorra", que colmaría un deseo individual con un grito escuchado por mucha gente y visto incluso por televisión.

La pancarta suele ser alargada y estrecha, concebida para que distintas personalidades puedan asirla y mantenerla tensa, a fin de ser leída. Hay una variante brindada a los ciudadanos que permanecen en sus casas o en las oficinas: la cuadrangular, con texto más explícito, que se lee cómodamente desde las alturas y pasa inadvertido a nivel de la calle o de personas que no posean la envergadura de Pau Gasol o del doctor José María Fidalgo, Secretario General de CCOO.

Ignoro de qué factorías proceden, pero es de alabar la prontitud, casi la inmediatez con que se tienen listas con cualquier ocasión o motivo. En mi memoria solo puedo recordar aquellos anuncios, tan pertinentes llegado el momento, que ofrecían "lutos en 24 horas", forma de convertir el terno gris de los hombres en fúnebre indumentaria, con la misma consecuencia para los vestidos femeninos. No hay manufactura más rápida ni coordinada en todo el país. El mismo mensaje textil aparece en ciudades distantes entre sí, gracias a un milagroso fax que despidiera el mensaje en el acto. Que es empresa exitosa y boyante lo demostraron el otro día, en el Congreso de los Diputados, los escaños de la derecha parlamentaria, aunque se les notaba la bisoñez, falta de entrenamiento y convicción.

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