Scolari dispara contra el dentista
El seleccionador portugués presiona al árbitro de la final, el odontólogo Markus Merk, porque coincidió en el Kaiserslautern con Rehhagel
El árbitro que hoy pitará la final, el alemán Markus Merk, no sólo es amigo y compatriota de Otto Rehhagel, el seleccionador de Grecia, sino que además le conoce todas las muelas porque fue su dentista. Esta noticia, aparecida ayer en la prensa portuguesa, disparó a Luiz Felipe Scolari, que aprovechó la conferencia de prensa previa al partido para hacer una de sus elipsis habituales. El mensaje, envuelto astutamente en un discurso simplón, de aparente ingenuidad, fue una carga de profundidad dirigida a presionar al árbitro en todo lo posible. "Quiero decir que me gustaría tener un amigo como el que tiene Rehhagel", dijo Scolari, con su acento campechano de Rio Grande do Sul; "porque tiene que ser una persona de grandes cualidades, como árbitro y por las obras que realiza como médico, ayudando a otras personas. ¿Cuántos de nosotros tenemos amigos en determinados puestos y no por eso nos sentimos ayudados? A Grecia no la han ayudado en nada. Así que pido por favor a la prensa que deje esto de lado y valoremos al árbitro por lo que es, por sus cualidades personales y profesionales".
El árbitro dice que no tuvo como paciente al técnico alemán, que niega que fueran amigos
Merk, que es médico dentista de profesión, y el seleccionador de Grecia coincidieron en el Kaiserslautern, donde aquél trabajó en el servicio médico del club y, al decir de la prensa portuguesa, se ocupó de la salud dental de Rehhagel. El árbitro desmintió este punto. "Yo he tenido 5.000 pacientes y ninguno ha sido Rehhagel", dijo Merk; "nos conocíamos, pero no fui su dentista". Ante el revuelo ocasionado por la noticia, Otto Rehhagel quiso hacer una declaración pública contundente: "Quiero que lo apunten exactamente: Markus Merk no es mi amigo. Nos conocimos en el Kaiserslautern y es un hombre justo. Pero la amistad es otra cosa", señaló.
Amigos o conocidos, ambos se volverán a encontrar en el estadio de La Luz sin que la UEFA entienda que existan incompatibilidades. Por si acaso, ayer Scolari se encargó de caldear el ambiente. "A mí me gustaría tener un árbitro brasileño amigo en la final", agregó el seleccionador de Portugal; "porque significaría que es un momento importante en la carrera de un amigo. Pero al árbitro hay que dejarlo de lado porque no quiero ponerle presión. Nuestro enemigo no es el árbitro, es Grecia".
Así es Scolari. Un hombre que hace de la contradicción una ventaja, un técnico que sabe sacar petróleo de situaciones adversas, y que se hace fuerte aprovechando cada resquicio para introducir cargas de demagogia a paletadas. Para empezar, llegó a la Eurocopa sin saber qué equipo sería el titular. Lo que para cualquier otro entrenador habría supuesto un desastre, para él se convirtió en una ocasión de revitalizar al grupo. Sus cambios y las posteriores explicaciones son un ejemplo de su forma de actuar. Entre el equipo que salió contra Grecia en el partido inaugural, y el que saldrá hoy en la final hay cinco cambios. Cinco cambios que Scolari operó en el segundo partido: Valente por Ferreira, Miguel por Rui Jorge, Carvalho por Couto, Deco por Rui Costa y Ronaldo por Simão. Ninguna selección sufrió una mutación tan grande en tan poco tiempo. A Scolari le salió bien, y por eso es aplaudido.
"He hecho lo que tenía que hacer según mis convicciones y de acuerdo a un proceso elaborado", explicó ayer, con aire contrariado, cuando le pidieron que aclarase el cambio; "no me preocupo por lo que digan. Me preocupo por lo que queda. Y lo que quedará marcado es que Portugal hará historia porque ya está en la final".
¿No será que en lugar de tener un método elaborado ha improvisado? "Con dos días de entrenamiento por mes es imposible conocer cómo van a reaccionar los jugadores ante determinadas situaciones", respondió el técnico, "y yo hice lo que consideré más correcto. No me preocupa que digan que fue improvisado, avisado, desavisado, ni todo lo que termina en ado. Lo único que me preocupa es que Portugal está en la final".
Así es Scolari. Da igual que antes del torneo tuviera dos semanas para entrenar con los jugadores. Como si fueran dos días. El largo plazo le abruma. Se mueve mejor en eso que él llama mata-mata. Y sabe implicarse afectivamente en los proyectos que asume. No hay nadie como él para mantener la tensión de la prensa con manipulaciones que parecen cualquier cosa menos eso. Como la mesa con mantel que se hace servir todos los días en medio del centro de prensa, en la concentración de Alcochete, a las ocho de la tarde. Termina el entrenamiento y ahí le espera el servicio con croquetas, ensalada y camarones para él y sus ayudantes. Los periodistas portugueses le ven llegar y le aclaman entre aplausos. Los extranjeros, incrédulos, intentan hacerle una foto y le siguen. Pero él se niega con la mano. La comida en el centro de prensa es un asunto privado.
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