En demanda de un túnel
Madrid, distrito de Chamartín, colegio público Ramiro de Maeztu e instituto de enseñanza secundaria Ramiro de Maeztu, separados apenas por una calle interior. Herederos de edificios, cuadros y otras cosas del instituto-escuela. Patria chica y cantera del Estudiantes, casi ¡ay! campeón.
Desde hace tres cursos, los niños del colegio público Ramiro de Maeztu -mi hija entre ellos- pasan al instituto con 11 o 12 años. En el instituto no hay comedor. Los padres de los niños se obstinan en seguir trabajando -ellas y ellos- mañana y tarde. Los niños empiezan a (mal)comer solos.
Acaban de comenzar las obras de reforma del colegio público, dentro del plan del Ayuntamiento. Ya era hora.
Se va a cambiar el comedor de edificio. Podría tener acceso desde la calle y los alumnos del IES podrían comer cuando hubieran terminado los de colegio. Los padres se reúnen con el director del Área Territorial, Bonifacio Alcañiz, y le hablan -entre otras cosas- de ese tema. Al director del área no le parece mala idea, "si se ponen de acuerdo los dos centros". ¡Viva la iniciativa privada! (Pregunta, tal vez ingenua: ¿para qué le pagamos a él?).
Los centros, en la mejor tradición cainita de este país, no sólo no se ponen de acuerdo, sino que, por un quítame allá esas pajas, han llegado a ponerse verjas de separación.
Visto lo cual, se me ocurre (tal vez por culpa del calor): ¿no podría alguna de esas castizas tuneladoras que habitan hace años bajo nosotros hacer un comedor subterráneo en el Maeztu? Prefiero que mi hija coma en un comedor escolar subterráneo a que coma por su cuenta o sola. Y, además, las tuneladoras no descansarían, que -parece- es de lo que se trata.
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