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VISTO / OÍDO
Columna
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El general

En la historia española del XIX y el XX aparece "el general". Luis Alejandre, despedido por Bono, no es "el general" que se espera para "salvar a la patria". No hay "ruido de sables", que es una frase muy nuestra. Aunque el discurso de Alejandre sea hostil y duro, parece tener razón, por culpa de su ministro Bono, o del jefe del Gobierno ZP: le han echado no sólo de su cargo de jefe del Ejército, sino del ascenso, pero no explican por qué. Hay que decirlo: no tiene que haber misterios ni dejar caer sospechas. La coincidencia con los descubrimientos de los errores -peor, apresuramiento y misterio y silencio y encubrimiento- en la identificación de los cadáveres militares de Afganistán y con las sospechas de la causa de la catástrofe hacen que parezca él como responsable. El ministro Bono lo niega: peor, porque tampoco explica. Aquí no se quieren mentiras y se quita el Gobierno al mentiroso: al menos, por una vez. No tengo por qué creer -no tenemos- eso ni nada: estamos escaldados. Tampoco tengo por qué creer lo que dice Abc: "Cosmopolita y sin orejeras, Alejandre es un defensor incondicional de la tolerancia" (Blanca Torquemada). No quisiera que ningún general fuera tolerante, ni que nosotros lo fuésemos con ninguno: tolerar es "sufrir, llevar con paciencia y permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente"; en todo caso, "respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias". No respeto las ideas, respeto a las personas que las tienen: las cambio por el respeto a mi persona. No quiero que me lleven con paciencia, ni yo a ellos. "Cuenta él mismo que se siente de la generación beatle y que le gusta tocar la guitarra junto al fuego de campamento" (la Torquemada): a mí no me gusta, pero respeto al que lo hace.

En todo caso, el problema no es éste. "El general" es el Cuartel General de la OTAN en Retamares, junto a Madrid, con capacidad para intervenir en todo el mundo y eso es mucho más grave: se activa el jueves. No hay más sable que el átomo, ni más "pronunciamiento". El problema está en que el ministro, o el presidente, digan por qué quitan de en medio a este general y al del Ejército del Aire; a quiénes obedecieron, quién les obligó, si es que les obligó. Que se cuente todo de una vez.

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