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Reportaje:

Pendientes de las sirenas

Los pueblos vecinos del complejo químico de Tarragona ponen a prueba sus sistemas para afrontar emergencias

Ayer a las once de la mañana, la mayoría de los 6.500 vecinos del polígono petroquímico Norte de Tarragona y los 3.500 de Flix (Ribera d'Ebre) oyeron por primera vez las sirenas de emergencias, en un simulacro nunca antes realizado que puso a prueba los sistemas de aviso a la población.

Sin embargo, el ulular de las sirenas no afectó en absoluto a la vida, habitualmente tranquila, del fin de semana en El Morell, La Pobla de Mafumet, Els Garidells, Perafort, Puigdelfí y Vilallonga del Camp, en el Tarragonès, y Flix, dado que los vecinos, además de haber recibido una carta en la que se les explicaba que se trataba de un simulacro, fueron avisados el viernes por teléfono.

La Generalitat pretendía saber si las alarmas funcionan, si se oyen desde todos los rincones y si el aviso a la población consigue el efecto pretendido.

La realidad del ejercicio permitió comprobar al alcalde de El Morell, Pere Guinovart, que hay aún "zonas oscuras", donde en caso de emergencia real los avisos acústicos serían inútiles. Pero es mejor que se conozcan las deficiencias. "Así las podemos corregir", añadió.

En las tres décadas que lleva funcionando el complejo petroquímico, nunca han sonado las alarmas por una emergencia real. De hecho, el alcalde se muestra muy crítico con el nivel de información que recibe el vecindario y asegura que "la mayoría no sabría qué hacer". Los planes de actuación de estos municipios en caso de accidente obligan a la población a mantenerse confinada en sus domicilios, pendiente de la televisión y la radio, hasta que las autoridades determinen el grado de toxicidad de la sustancia fugada, la dirección del viento y si es conveniente evacuar a la población.

"Lo mejor es quedarse en casa, como se demostró en el accidente de Flix de mediados de los noventa, que ocurrió de noche cuando la gente dormía y las únicas personas accidentadas fueron las que estaban en la calle", recuerda Guinovart.

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De momento, las poblaciones vecinas del polígono Norte deben soportar "8 o 10 días al año" todo tipo de olores desagradables, ruidos y una extraña luz rojiza que provocan las enormes chimeneas. Mientras, los ayuntamientos luchan para intentar que la industria aleje tanto como pueda de los núcleos de población estas antorchas. En la zona, alrededor del 35% de la población activa trabaja en el complejo, y en El Morell la petroquímica arroja a las arcas municipales, sólo en concepto de impuestos, aproximadamente la mitad de su presupuesto ordinario -actualmente de 2,3 millones de euros-. "Esto compensa paga las molestias", dice el alcalde, aunque admite que "poco a poco" la seguridad ha ido mejorando.

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