Una economía en estado crítico
El nuevo Gobierno iraquí arrancará el 30 de junio disponiendo de un producto interior bruto (PIB) de entre 35.000 y 40.000 millones de dólares este año (entre 15.000 y 16.000 millones a precios constantes, es decir, sin tener en cuenta los efectos de la inflación), montante que en su gran mayoría (95%) procederá de las ventas petroleras. La previsión de crecimiento de la economía es del 38%, según la media de las estimaciones de diversas fuentes como el FMI, el Banco Mundial, Naciones Unidas y observadores privados extranjeros.
El aumento del PIB compensará en parte el desplome de más del 20% que sufrió la economía iraquí durante el año pasado (durante la invasión), pero es aún bastante insuficiente si se tiene en cuenta que el nuevo Gobierno tendrá que comenzar a recomponer unas infraestructuras que, desde la primera guerra del Golfo (1991) hasta ahora, han sufrido daños por valor de entre 200.000 y 230.000 millones de dólares y tendrá que asumir los pagos de una deuda externa de entre 110.000 y 124.000 millones y los gastos generales de un Estado, sin incluir la demanda por compensaciones de guerra presentadas ante la ONU que se elevan a 266.500 millones.
La deuda, sin bien en parte puede llegar a ser condonada y en parte aplazados sus pagos, sigue siendo una inmensa carga para el arranque de la actividad económica. Por otra parte, se prevé que el país registrará un déficit público significativo durante los próximos 13 años, como mínimo, según un estudio del Centro de Estudios de Estrategia Global (CGES) de Londres.
La economía está en un estado más que crítico. El desempleo ronda el 22%, según datos propios del Gobierno provisional iraquí. No obstante, fuentes extranjeras elevan la tasa real de paro hasta el 60%. El ingreso per cápita del país, que a precios constantes llegó a estar cerca de los 4.000 dólares anuales a principios de los ochenta, hoy no llega a 500 dólares al año, aunque dada la inflación, que según el Banco Central de Irak rondará el 30%,el poder adquisitivo real es muy inferior a esa suma.
La economía iraquí es en estos momentos de mera supervivencia. Entre el 60% y el 75% del gasto de los hogares se destina a la compra de alimentos, con lo que el remanente que puede quedar para cualquier otro tipo de consumo es insignificante. Está claro que la recuperación del sector petrolero y las infraestructuras es la prioridad del nuevo gobierno para que Irak vuelva de verdad a ser un Estado soberano.
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