Mijaíl Baryshnikov protagoniza una pieza que mezcla teatro y marionetas
Desde hace unos meses ya es abuelo, fuma, ayer tenía aspecto de fatiga, al sonreír se le marcaban profundas arrugas en el rostro y recalcó que en el espectáculo que presenta hoy en Barcelona (Teatre Lliure, hasta el 1 de julio), Forbidden Christmas or The doctor and the patient, no baila en sentido estricto. Sin embargo, Mijaíl Baryshnikov (Riga, Letonia, 1948) sigue siendo un hombre arrebatadoramente atractivo, y cuando levanta los ojos (lo hace muy pocas veces) es difícil no sentir un escalofrío de emoción: ahí, en esos dos trozos de hielo azul atravesados por una remota melancolía late toda una leyenda de la danza. "La danza pura es algo que ya no me entusiasma tanto, seguramente por cuestión de edad", dijo Baryshnikov; "es difícil luchar con tu cuerpo, mantenerse en forma significa cinco o seis horas diarias de práctica en estudio, y la vida pasa y eso ya no es mi prioridad". No obstante, al preguntársele si pensaba dejar de bailar, tranquilizó a sus muchos admiradores: "No, no. No me planteo retirarme, y para inicios de 2005 tengo un proyecto estrictamente de danza, aunque me inclino por buscar cosas más teatrales y complejas".
Una de ellas es Forbidden Christmas or The doctor and the patient, una obra del artista georgiano multidisciplinar Rezo Gabriadze. "Es un collage de teatro y marionetas, con elementos de danza pero que no son los predominantes. Es un cuento de raíz tradicional, la historia de un hombre desolado que cree que es un coche. Transcurre durante el estalinismo y es una metáfora de la libertad".
Baryshnikov explicó que a final de año inaugurará en el West Side de Nueva York un gran complejo artístico que incluye tres teatros, dedicado especialmente a la creación emergente, a los jóvenes y a favorecer el contacto entre ellos y los creadores consagrados -"como Susan Sontag, Peter Sellars o Pedro Almodó-var"-. Sobre cuál ha sido el momento más importante de su carrera, respondió: "Será mañana, aunque no ocurra".
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