La aburrida Alemania confía en su suerte
El cuadro de Rudi Völler combate el pesimismo de su juego con el optimismo de su historia
Tan desoladora imagen dejó Alemania hace cuatro días ante Letonia que cabe preguntarse a bocajarro: ¿son éstos los mejores futbolistas que tiene actualmente el triple campeón europeo: 1972, 1980 y 1996? O, por el contrario, ¿se equivocó el seleccionador, Rudi Völler, en la elección de los 23? Lo cierto es que en Alemania apenas se discute la lista de Völler, el entrenador más joven del torneo, con 44 años. Eso significa que el nivel medio del jugador germano ha caído en picado en los últimos años. Está por los suelos, vamos, con la excepción de Ballack, el único de clase mundial, y de los tres porteros, Kahn, Lehmann y el joven Hildebrand, del Sttutgart, que mantienen una competencia inexistente para los otros puestos.
El arranque de la Eurocopa no ha hecho más que confirmar los antecedentes. Todos malos. Basta echar un vistazo a quiénes han sido los protagonistas más destacados en la pasada Bundesliga: el francés Micoud y el brasileño Milton, ambos del campeón, el Werder Bremen. Y ninguno de los dos reclamado por sus respectivas selecciones, la francesa y la brasileña. Los jóvenes alemanes se quejan de que tienen pocas oportunidades en sus clubes, plagados de extranjeros menores, pero más experimentados. Más señales: ningún conjunto germano ha alcanzado los cuartos de final de la Copa de la UEFA ni de la Liga de Campeones en los dos últimos años. Todo esto, unido al pésimo partido ante la revoltosa Letonia, ha extendido un pesimismo entre la hinchada.
"Estoy muy decepcionado por nuestra falta de desborde por las bandas", se queja Völler. Nula en el caso del lateral derecho, Fiedrich, un central del Hertha llevado a la banda. Y esporádica por parte de Lahm, el joven lateral derecho del filial del Bayern Múnich que ha explotado este curso en el Sttutgart por la izquierda. El cuadro está ausente de creatividad, imaginación y efectividad. Lógico si en el centro del campo figuran Hamann, Frings y Schneider. No es que le falte calidad a Schneider, el más técnico junto a Ballack, pero, pese a su preponderancia en la selección, no ha vuelto a ser el del pasado Mundial. "Nuestra arma secreta son las jugadas a balón parado", dice Frings, consciente de que hay poco más.
Pesimismo en cuanto al fútbol, sí, pero nunca en cuanto al resultado. "Pondría la mano en el fuego por este equipo", afirma Völler. Desde que ganara la Copa del Mundo de 1954 contra la gran Hungría de Koscis, Puskas y Czibor, que era muy superior, Alemania se siente una aliada inquebrantable de la suerte en los grandes torneos. Cree poseer el don de la oportunidad. Hoy, por ejemplo, se juega su pase a los cuartos de final ante una República Checa, ya clasificada, llena de suplentes. Y en el Mundial de Corea y Japón llegó a la final venciendo por 1-0 a adversarios de poca entidad: Paraguay, Estados Unidos y la propia Corea del Sur.
A excepción del conjunto de Beckenbauer, que sí estaba repleto de estrellas, en los años 70, Alemania siempre rindió por encima de sus jugadores. Al contrario que Holanda, en la que cada futbolista piensa que es el mejor, Alemania aprieta filas y se aferra a la fuerza del grupo. Como ahora, cuando Ballack podría desesperarse por la falta de buena compañía, pero, en cambio, no se queja. Es el líder de un grupo en el que no hay conflictos. Saben que su única posibilidad consiste precisamente en evitarlos. Más allá de alguna excentricidad de Kahn, los egos residen a ras de suelo. Ni siquiera Lehmann, el portero del Arsenal, ha vuelto a insistir en que merece ser titular. "Lo único que puedo decir es que no soy Effenberg. Tengo mi propia personalidad y soy fiel a ella", dice Ballack para explicar su liderazgo tranquilo. Al contrario que en Italia, en Alemania apenas sucede nada. No hay noticias. Ésa es su mejor noticia.
De ahí que la autoestima siga muy alta. "Nuestra selección está intacta. De los últimos 27 partidos sólo hemos perdido dos. Nuestros aficionados saben que no somos el mejor equipo del mundo ni los mejores jugadores. Pero también que somos muy competitivos", declara Michael Skibbe, el ayudante de Völler y quien le presta el carnet de técnico, pues, como Beckenbauer en su día, tampoco el actual seleccionador se ha sacado el título de preparador. Le ha eximido su brillante carrera como jugador. Fue uno de los mejores delanteros germanos de los 80. Y es un técnico conciliador y agradable que goza de la simpatía y el respeto de los aficionados, entrenadores y futbolistas de su país. Llegó al cargo sin experiencia en el banquillo, como solución de emergencia para ocupar el hueco que estaba destinado a Christoph Daum, descabalgado del cargo por sus problemas con la cocaína. Pero Völler debutó en un amistoso en el que arrasó a España (4-0, en Hannover) y posteriormente alcanzó la final del Mundial de Corea y Japón, lo que le prolongó su contrato hasta 2006, cuando Alemania volverá a ser la anfitriona de una Copa del Mundo 32 años después de ganarla en 1974.
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