"Lo tiré así porque me dio la gana"
Panenka explica cómo batió al alemán Maier con un tiro por el centro y blandito y dio a la antigua Checoslovaquia el título en 1976
"Lo tiré así porque me dio la gana y porque me pareció que era la mejor manera de hacerlo en ese momento y en esa situación". Antonin Panenka (Praga, 1949), El Poeta del Fútbol, conserva las guías del bigote pegadas a las comisuras de los labios, el pelo lacio amontonado a la derecha y la cara angulosa. Su voz no trasluce el cansancio de llevar 28 años explicando por qué decidió el 20 de junio de 1976, en el Pequeño Maracaná de Belgrado, lanzar un penalti como una bomba blanda y parabólica, tal que desganada, al centro de la portería. Era la final de la Eurocopa. Gracias a su extraña idea en la serie decisoria, la antigua Checolosvaquia se proclamó campeona ante Alemania.
"Es el penalti más bello, una obra de arte", repite Maier, el legendario portero germano, la víctima, el protagonista negativo de una jugada que ha pasado a la historia del fútbol como el penalti de Panenka. Es el suyo, sí, aunque después lo hayan repetido, sobresaltando a los aficionados y sus compañeros, muchos otros jugadores. Pero no es lo mismo. Panenka no se arriesgó en una locura patentada: se la inventó y, además, en el momento más importante del partido más importante.
"Es la obra de un genio o de un loco", sentenció Pelé con asombro. "No fue un ataque de locura. Ni siquiera un momento de inspiración. Llevaba dos años pensando en tirar así, ensayándolo", matiza ahora Panenka. De hecho, el centrocampista tenía la intención de estrenar esa peculiar manera de burlar a los guardametas en el encuentro anterior, en las semifinales, ante Holanda: "Les ganamos con un gol normal en la prórroga y no pude hacerlo".
Panenka habla de su penalti de carrerilla. La misma que cogió para, de repente, impulsar el balón con la punta de la bota, elevarlo un par de metros del césped, y mandarlo mansamente a la red mientras levantaba los brazos celebrando un gol que ya sabía que era gol antes de que el balón cruzase la línea. Lo sabía porque antes de golpear la pelota, una milésima de segundo antes, Maier se había vencido hacia su izquierda. No mucho, sólo un poco, lo suficiente para quedarse a medio escorzo y con la mirada atónita, fija, en el balón y una mano acariciando el aire.
"Nuestro portero, Viktor, me dijo que me retiraría el saludo si era capaz de lanzar de esa manera, como a veces hacía con él en los entrenamientos". No cumplió su palabra. Fue uno de los primeros en celebrar el gol, olvidándose del riesgo y de la grotesca figura de su colega Maier con el cuello descoyuntado.
"No importa dónde esté ni cuántos años años hayan pasado: todo el mundo quiere hablar de ese gol". Y a él, a Panenka, el del penalti, no parece que le siente mal. Incluso se adivina por el teléfono una cierta sonrisa. "No soy de los que se lo ponen en vídeo o lo recuerdan constantemente, pero soy feliz por haberlo hecho".
Panenka ejerce de comentarista en la Eurocopa de una televisión checa, aunque en su vida personal se ha desligado del fútbol y se dedica a asuntos "de mercadotecnia". No es que ya no le guste el fútbol, sino que considera que "ha cambiado a peor". El centrocampista es pesimista: "Ahora todos los jugadores son musculosos y siempre están en forma. Son más rápidos y agresivos. En nuestra época no teníamos fondo físico. En cambio, sabíamos jugar al fútbol", recita nostálgico. Quizá por eso su disección de Nedved no trasluzca entusiasmo: "Es luchador, corre mucho y tiene pulmones". Mejores adjetivos reserva para Poborsky: "Es el mejor, el más creativo."
Pero, poco a poco, su discurso vuelve a su penalti: "Estoy orgulloso de haber hecho algo que seguirá dando de qué hablar cuando yo me muera".
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