"El mejor desde Pelé"
Eriksson, el seleccionador inglés, alaba el juego de Rooney, el nuevo ídolo
Owen es un revólver descargado y Beckham no llegó al partido, se quedó encerrado en el escaparate en el que vive cuando no juega al fútbol. Pero Inglaterra salvó el absentismo. Al rescate acudieron Scholes y Rooney, que pusieron la dinamita necesaria para salvar a Inglaterra de la trampa croata. Rooney, con dos goles y 18 años, se convirtió en el goleador del torneo y encendió una discusión. Al salir del vestuario, el seleccionador inglés, Sven Goran Eriksson, aseguró que lo que acababa de ver el estadio de La Luz era lo más luminoso que había visto desde el Mundial de Suecia, en 1958. Nada menos. "Rooney es el talento más impresionante que ha surgido en el fútbol desde Pelé en 1958", proclamó el sueco, que de niño debió ver el surgimiento del brasileño en vivo. A los pocos minutos, Otto Baric, su colega croata, le contradijo de plano: "¿Rooney? En Europa hay lo mínimo diez jugadores que pulverizan a Rooney".
El técnico croata discrepa: "En Europa hay al menos diez jugadores que le pulverizan"
El '9' es uno de esos jugadores vacunados contra el miedo que pierde y sigue sonriendo
El pelirrojo Scholes es demasiado tímido para posar frente a un Jaguar, y Rooney demasiado golfo para hacer de su imagen un negocio. Pero cuando están frente a una portería se convierten en mecanismos perfectos de agresión. En el juego que se practicaba ayer en Lisboa, el valor de la agresividad es el más importante. Hay quienes lo desarrollan a base de ingenio, otros a base de fuerza. Scholes y Rooney tienen las dos cosas, y además no les funciona mal el pie, como a muchos de sus correligionarios. Ayer se encargaron de dejar al portero croata, Butina, en calzoncillos. Malparado en el juego aéreo y flojo de manos.
Las gradas temblaban de emoción con la ventaja croata. El gol de Kovac había puesto en pie a la muchedumbre de la camiseta ajedrezada y los ingleses procuraban cantar sin parar, para contrarrestar el viento en contra: "¡England, England, England...!". El coro monocorde de los muchachos de Portslade, Bristol, Sheffield, Norwich, Woodside... era el coro de la abrumadora mayoría. Cantaban sin moverse de sus sillas ni para ir al vomitorio a evacuar toda la cerveza que se habían bebido a lo largo de la tarde. Por las gradas, campo abajo, chorreaba la orina y se oía el estruendoso Dios Salve a la Reina como la emanación de un mismo organismo gigante. Pero Inglaterra perdía y necesitaba de sus héroes de la clase trabajadora. Esos muchachos honestos que quieren dejar el suburbio a toda pastilla y se han subido al balón para conseguirlo. Eran Scholes, el demonio del Manchester, y Rooney, el adolescente del Everton, el jugador más joven que ha debutado con la selección en un campeonato y una máquina de agresividad.
Rooney es uno de esos ingleses vacunados contra el miedo. Con su equipo perdiendo mascaba chicle y sonreía ligeramente. Cada toque suyo respondía al camino más corto hacia el gol. Tiene fuerza, es rápido y regatea bien. Pero ayer no desbordó si desbordar era lo menos dañino que podía hacer. Si había opciones más destructivas, como un pase al compañero mejor situado, la elegía sin dudarlo. Al instante, sabía soltar un pase en la zona donde el campo se calienta. Así dejó solo a Owen dos veces, pero el delantero del Liverpool no llegó, o llegó y se achantó. Nada que ver con la bala de1998.
Los goles, como era evidente, fueron obra de Scholes y Rooney. El primero, el del empate, un pase de cabeza de Rooney para Scholes, que la empujó con la frente en el segundo palo ante el incompetente Butina. El segundo de Inglaterra, el de la remontada, fue un pase de Scholes con el toque sutil de un Valderrama, en la medialuna del área: dejó solo a Rooney y cuando este chico se queda solo ante un portero es como Ronaldo. Dispara a la cabeza. Rooney disparó dos veces. Dos derechazos doblando todo el cuerpo. Y metió dos goles. Los hooligans lo aclamaron. Dios salve a Rooney, y aquella estrofa dedicada a los croatas: You're not singing any more.
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