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Crónica:Eurocopa 2004 | Portugal-Inglaterra, en cuartos de final
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rooney hace trizas a Croacia

El joven delantero inglés, que suma cuatro goles, completa otra magnífica actuación y tumba al débil equipo croata

Santiago Segurola

Rooney, el chico del Everton que tiene sobresaltado a su país, marcó dos goles en la victoria frente a Croacia y añadió evidencias de su consagración como nuevo mesías inglés. En un fútbol que ha convertido a Beckham en figura capital, Rooney tiene derecho a sentirse rey del mundo. No es una cara bonita. Lleva un futbolista dentro, puede que muy interesante. Habrá que verlo en el futuro, cuando salga de la optimista burbuja en la que vive y se enfrente a las complejas realidades del fútbol: la fama, el dinero, la necesidad de estar a la altura del pequeño mito que Rooney está creando con sus goles. Inglaterra no es país fácil para soportar estas tensiones. Alienta la aparición de estrellas, verdaderas o ficticias, que luego quedan consumidas en el fragor de los tabloides, el alcohol o la fatiga mediática. A Rooney le vendría bien fijarse en Owen, el Rooney del Mundial 98. Ahora pasa desapercibido.

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Los goles dijeron bastante de Rooney en este partido. Pero su actuación superó el peso de los tantos. Jugó bien en todas las zonas del campo, sobre todo cuando el partido estaba más apretado. Croacia se adelantó con un gol de Nico Kovac recién comenzado el encuentro. El tanto confirmó las sospechas que despierta la defensa inglesa. Campbell y Terry son dos centrales a la antigua, pero no logran imponerse en el juego aéreo, el más imprevisto de los defectos en un equipo inglés. El gol perfiló un duelo sin tonos grises. Croacia retrasó sus líneas y dedicó todo su esfuerzo a defenderse del insistente ataque inglés, estructurado a partir de la energía de Gerrard y la astucia de Scholes. Junto a ellos, Rooney volanteaba y llegaba. Tocaba de primera para descargar y se infiltraba en la débil defensa de Croacia, un equipo que dio graves señales de subdesarrollo.

Aunque el primer gol inglés tardó en llegar más de lo esperado, nadie dudó de Inglaterra. Su autoridad era indiscutible por el dinamismo de su juego, la velocidad de sus jugadores y el deseo de terminar con el temprano problema del gol croata. Desde la izquierda, Scholes tiraba diagonales que alarmaban a los defensas rivales. El lateral Cole aprovechaba el pasillo para entrar sin oposición. Por la derecha, había menos actividad. Beckham apenas fue un espectador. Nunca se ha distinguido por su velocidad, pero ahora suele quedar desairado en las acciones que requieren algo de electricidad. Inglaterra no le necesitó.

Scholes ha vivido malos tiempos con la selección. No había marcado en los tres últimos años y lo ha escuchado cada día. Emigrado forzoso en la banda izquierda, poco importa que juegue lejos de su posición natural. Sin embargo, su contribución al juego es notable. Scholes juega con propiedad y buen ojo. Se asoció con Rooney todo lo que pudo, sin olvidarse de su viejo instinto para sorprender en el área. Aprovechó una de sus llegadas para marcar el empate, tras una cesión de Rooney, que marcó el segundo poco antes del medio tiempo. Clavó un derechazo que superó a Butina. La hinchada inglesa enloqueció porque se identifica con este muchacho de rostro abotargado, maneras rudas y un sentido muy inglés del fútbol. Es agresivo, vertical y poderoso. Si no fuera porque tiene maneras de buen jugador, podría confundirse perfectamente con cualquiera de los fogosos hinchas que peregrinan detrás de la selección inglesa.

El gol de Rooney clausuró el encuentro. Tiempo atrás Croacia producía jugadores magníficos, un poco heterodoxos si se quiere, pero futbolistas de clase. Ahora no se les ve por ninguna parte. Apareció Mornar en la segunda parte y la gente no daba crédito. Parecía más grande, más gordo y más torpe de lo que sugería hace algunos años en el Sevilla. Mornar representa perfectamente la decadencia del fútbol croata. Nadie dejó un detalle. Prso se siente capitán general y pretende marcar un gol antológico en cada jugada, sin entender que no está llamado para la grandeza. Al veterano Rapalij daba grima verle. No podía correr, algo muy fastidioso frente a los ingleses, cuya energía aniquiló cualquier resto de resistencia croata.

Por si acaso, Rooney se encargó de completar la obra con una violenta escapada que le dejó mano a mano con el portero. Había que medirlo en una situación que requería alguna sutileza. Estuvo impecable. Engañó a Butina y marcó el tercero inglés. Al fondo aparecía un equipo joven, dinámico, con cierta tendencia a las distracciones, más eficaz cuando se salta la rigidez táctica que predica Eriksson y aprovecha las condiciones naturales de sus centrocampistas, entre los cuales se encuentra Lampard, autor del cuarto tanto. Pero el héroe es otro. Se llama Rooney y está que arde.

Rooney celebra uno de sus goles ante Croacia.
Rooney celebra uno de sus goles ante Croacia.REUTERS

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