Resurge Henry
El delantero francés remata a los suizos con dos goles justamente cuando Santini retira a Trezeguet, una rémora
Se le esperaba, pero se hizo de rogar. Apareció Henry, marcó dos goles y mandó a Suiza a casa. Francia jugó mal, como en los dos primeros partidos, pero al menos tuvo buenas noticias de sus dos principales estrellas. Zidane mantuvo en pie a les bleus cuando no daban señales de vida. Y después sí, en el minuto 76, apareció Henry. El exuberante, el correcaminos, el goleador implacable. Y no parece una casualidad que Henry se presentara en el mismo instante en que Jacques Santini se dio cuenta de la rémora que suponía Trezeguet, en un estado lamentable. Lo retiró, entró Saha y el cuadro francés recuperó a Henry, que es lo mismo que recuperar la tranquilidad de seguir siendo el favorito. Por fin, dos delanteros de verdadera entidad.
Lo nunca visto. 'Zizou', echando una bronca a sus defensas. Eso sí, con gestos poco ostensibles
Lo nunca visto: Zidane echando una bronca a sus compañeros. Una discreta bronca, eso sí, con gestos poco ostensibles, según su carácter, pero bronca al fin y al cabo. Y es que al capitán no le gustaba ni un pelo lo que estaba viendo. Observó cómo la limitadísima Suiza estaba bailando a la campeona vigente. Sin grandes alardes, le bastó con mover a ras de suelo el balón con cierta corrección. Suficiente para que Francia corriera detrás de la pelota. Así, hasta que llegó el momento: Zizou se giró hacia su portería y gritó a sus defensas que no podían seguir de ese modo, que adelantaran de una vez su posición, que presionaran más arriba para evitar seguir encajonados por los helvéticos. Como si oyeran llover.
El peso de Zidane en su cuadro es abrumador. Tal vez excesivo. Es como si su sombra anulara a todos los demás. O es que los demás han llegado a la Eurocopa anulados por su cuenta. El caso es que hay jugadores de mucha calidad que apenas se parecen a sí mismos. En esa situación estuvo Henry en dos partidos y medio. Ése fue el tiempo que le costó coger la onda. Aunque anoche no tuviera ningún derecho a protestar por que no le llegasen balones. Le envió uno Zidane, un centro templado con la zurda desde el extremo izquierdo, sencillamente maravilloso. Lo dilapidó el delantero del Arsenal, que estaba solo en el segundo palo, con un cabezazo fuera. "Zizou, Zizou, Zizou", gritó la afición francesa del estadio de Coimbra. Una hinchada que, curiosamente, anima a les bleus con acordes de pasodoble español, algo más propio de una plaza de toros que de un estadio. Mestizaje se llama.
El instante del tanto de Henry tuvo un claro valor simbólico. Acababa de marcharse Trezeguet. El delantero de la Juve se ha presentado en Portugal sólo con el nombre. Ni rastro de su fútbol. Ni de energía. No le quedó más remedio a Santini que suplirlo por Saha. Y fue el minuto de la liberación francesa. Pues, mientras el delantero del Manchester United corría a buscar su posición en el ataque, a Henry le cayó una pelota al borde del área y batió a Stiel con la izquierda. Se quitaba así un peso enorme de encima. El peso de la frustración de su mediocre arranque de torneo. Por eso acudió a celebrarlo al banquillo. Porque era un gol de un gran valor anímico. Luego, ya marcó en su típica arrancada desde el callejón del 10. Sin apenas oposición a su larga, larguísima, zancada.
En cualquier caso, no funciona Francia, como denunció hace unos días Lizarazu, que es uno de los pocos que conserva cierto aire de lo que fue. Es el único que llega por el extremo a la línea de fondo. El otro lateral, Sagnol, no pasa de la línea del centro del campo, consciente de su falta de profundidad. Por eso lo sustituyó Santini en el descanso. Aunque le sirviera de poco: entró Gallas, que es de la misma cuerda.
En su gol, Zidane recordó al de la final del Mundial de Francia 98, ante Brasil, cuando cabeceó en el primer palo un centro de córner. Aprovechó su altura y la amplitud de su espalda para ganar la posición y picar cruzado el envío desde la esquina de Pires. Una suerte que ha prodigado muy poco en el Madrid en los últimos años. Estuvo, eso sí, muy mal defendido por la defensa suiza y, sobre todo, por el portero Stiel, que no se sabe dónde emigró.
Mucho de lo bueno que pasó ayer en el conjunto helvético tuvo un nombre español: Cabañas. Este centrocampista descendiente de españoles, suplente en el anterior encuentro ante Inglaterra, le dio otro aire al cuadro suizo. Unas buenas dosis de técnica, que le hacían mucha falta, la verdad. Cabañas es pequeño, listo y muy aseado con el balón. Así fue como Suiza empató el partido. Con una rápida y elaborada jugada en la que Cabañas, perla del Grasshoppers, de 24 años, dio el penúltimo y magistral toque. Un pase corto y cruzado, al hueco, que dejó solo al joven Vonlanthen ante Barthez. Lo batió con un disparo suave, pero suficientemente cruzado para que no lo alcanzara el portero francés. Y puso de paso en evidencia a la pareja de centrales: Thuram y Silvestre. Ante la penosa actuación de su equipo, Santini salió de su banquillo con un enfado de mil demonios. Pero sin la determinación para cambiar algo. Hasta que, por fin, cedió en su obstinación. Hasta que liberó a Henry de tan molesta compañía. Hasta que Henry resurgió.
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