El delicado pop digital de la Yellow Magic Orchestra ilumina la noche de Sónar
El festival concluyó esta madrugada con Massive Attack, Jeff Mills y Dave Clarke
El preciosismo digital de Human Audio Sponge marcó los momentos más bellos de la primera jornada nocturna del Sónar 2004, festival que concluyó en la madrugada de hoy en la Fira 2 reuniendo a los 22.000 espectadores que habían agotado las localidades. Pero con anterioridad al masaje rítmico a base de techno y hip-hop que ha despedido al Sónar, la reunión de la Yellow Magic Orchestra bajo el nombre de Human Audio Sponge sembró la noche del viernes de canciones hermosas y plácidas, contrapunto a las rimas afiladas que vendrían después.
Más tarde subieron al mismo escenario recitadores como Guru, Roots Manuwa o La Mala, artistas que, junto a los pinchadiscos Richie Hawtin y Ricardo Villalobos reclamaron el protagonismo del cartel.
La noche del viernes comenzó tranquila y sosegada, con el público accediendo al recinto sin provocar aglomeraciones. Al fin y al cabo, la popularidad de Sakamoto y sus compañeros no da para grandes colas. Sólo los pacientes y puntuales espectadores japoneses había corrido para ubicarse frente al escenario Sónar Park, ante el que parecían estar incluso antes de que las puertas del recinto se hubiesen abierto, plantados allí por alguna mano invisible.
Sentados en el suelo y con una mirada neutra de la que no podía desprenderse lectura alguna, esperaron a que Sakamoto, Hosono y Takahashi se dispusieran tras la mesa corrida en la que descansaban sus instrumentos. Entonces se levantaron, parsimoniosamente se aproximaron al escenario y la música comenzó a sonar.
Lo que tuvo lugar a partir de aquel instante y durante sesenta minutos fue un suave masaje de belleza electrónica pautada por eventuales crepitaciones, voces que punteaban las canciones aquí y allá, pulsiones de bajo eléctrico y ritmos pausados que se desperezaban a lo largo de las composiciones. Una suerte de pop digital con regusto asiático y elegante factura que cautivaba gracias a melodías cuya belleza era contrapesada por infiltraciones de clicks & cuts, crujidos e incomodidades acústicas varias. Nada exagerado, nada experimental, simplemente belleza que se niega a ser perfecta.
Como ejemplo de lo antedicho, una canción: la esplendorosa Chronograph, que en manos de Sketch Show (el dúo de Hosono y Takahashi) ya sonó en el Sónar del pasado año. Y es que lo más curioso de esta reunificación, lo que sintonizó el concierto con el espíritu del festival, fue que el trío japonés huyó de la nostalgia, y, como el propio evento que los acogía, prefirió mirar hacia el presente y el futuro construyendo un repertorio con temas actuales, incluido alguno del estupendo nuevo disco de Sakamoto, Chasm. Muy bonito.
Poco después el Sónar recuperó el tono techno con dos fieras. Estaban flanqueadas por dos coches que decoraban los laterales del escenario SónarClub, un tierno homenaje a quienes se desviven por individualizarse mediante la implementación de alerones en los retrovisores de un utilitario. Si Hawtin y Villalobos pensaron en ellos es una incógnita, pero lo cierto es que pareció que sí. Pura "cañita brava" a cuatro manos con el bombo acentuando los subidones de adrenalina de la eufórica concurrencia. Genuino espectáculo made in Sónar. Al menos una vez en la vida se ha de ver.
No menos exitosa resultó la apuesta hip-hopera con un Guru en plan estrella, recorriéndose el escenario de punta a rabo, impecablemente blanco en su indumentaria, pensada sin duda para evidenciar lo fibroso de su anatomía. Un torete. Garganta flexible y rimas clásicas para una puesta en escena algo corta. Hace falta más en un escenario tan grande. Lo puso Roots Manuwa con un estupendo concierto en el que se acompañó por banda para dar un toque orgánico a un mundo de giradiscos y ritmos digitales. Fue uno de los triunfadores de la noche toda y la complicidad más tarde despertada por La Mala Rodríguez. Su peculiar forma de desafinar resultó entrañable, tanto como la desmadejada bailarina que evolucionaba tras ella y su vocalista de apoyo. Como sus canciones son enormes todo tiene un pase, el público lo entendió y La Mala salió indemne del envite. Mucho talento es lo que hay. Como el mostrado ya en la tarde de ayer por el alemán Carsten Nicolai en el escenario SónarComplex, donde realizó una actuación estupenda.
Basándose en frecuencias, sonidos del espectro electromagnético y beats de ritmo que no se repetían con intención bailable, diversos loops de sonidos se iban plegando sobre una interferencia central que se reiteraba. En algunos momentos podía evocarse el sonido de las espadas de los jedis en medio de una turbulencia de bruscas percusiones sintéticas. Todo ello se veía gráficamente plasmado en un panel posterior que evocaba una especie de espectrograma formado con estructuras cuadrangulares que palpitaban espoleadas por el ritmo.
En total, más de 85.000 son las visitas que ha recibido el Sónar 2004, según manifestaron en la tarde de ayer los directores del festival, Ricard Robles, Enric Les Palau y Sergio Caballero. Les Palau destacó que el Sónar "sigue funcionando como laboratorio y plataforma de expresión de los artistas"; también confirmó que "el aumento de público extranjero ha sido este año muy sustancial".
Con respecto a las quejas vecinales por los ruidos, tanto los tres directores del Sónar como Josep Ramoneda, director del CCCB, indicaron que "es un problema centrado en pocos vecinos, el festival cumple a rajatabla sus horarios y además intentaremos disminuir el impacto sonoro para la próxima edición. Entendemos las molestias que pueda generar, pero creemos que son mínimas, razonables y acotadas a un breve espacio de tiempo. Todos tenemos que convivir".
Babelia
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