Cosa grande, cosa pequeña
¿Qué es lo que cabe esperar de una visita a una exposición de arqueología? Ante todo: tener más preguntas al salir que al entrar. ¿Preguntas sobre qué? La arqueología se basa en los restos y rastros de nuestros ancestros. Y lo que más conmueve es ver el mundo como lo veían los usuarios de los objetos expuestos: sus creencias y temores (cosa grande), pero también las ilusiones de la vida diaria (cosa pequeña). La tragedia de la humanidad está hecha de cosas grandes, la felicidad, de cosas pequeñas.
Cosa grande: la sed de trascendencia. La muerte no se puede evitar, pero se puede burlar. Los semidioses de este mundo emplean buena parte de su vida terrenal en construir una fortaleza donde pasar la eternidad, aunque para ello haya que enterrar vivos a los que, inevitablemente, han accedido a los últimos secretos. Intensa similitud esencial entre una pirámide faraónica egipcia de hace 4.000 años y un túmulo imperial chino de hace 2.000. Visítese la exposición Guerreros de Xi'an y obsérvese uno cualquiera de los más de 6.000 personajes de terracota, todos distintos, que guardaban el mausoleo del emperador Qin Shihuang. Se puede mirar a placer porque no hay vitrina de por medio.
Cosa pequeña: una maqueta de cerámica de un asador de cigarras doméstico... el buen visitante quizá alcance a ver cómo se tuestan los ocho insectos de piedra ¿dorada, crujiente y aromática delicia?; una maqueta de un retrete doméstico de dos plazas, separadas pero juntas ¿uno para él y el otro para ella? ¿Es para conversar?; penes de bronce... ¿Son para él o son para ella? ¿Objeto de culto o accesorio sexual?; un tablero para jugar a cuatro... No vaya a ser que la eternidad sea demasiado larga.
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