Un caso único
A veces parece que, más que el tiempo, lo que pasan son tempestades y maremotos. Cuando Pierre Klossowski publicó este libro en Francia, en 1969, todas sus referencias estaban hasta tal punto en el ambiente que no necesitaba ningún tipo de presentación. Quienes leímos su primera versión española, editada por Seix Barral en 1972 (hubo después una traducción de la editorial Caronte de Buenos Aires, de 1995), también éramos perfectamente conscientes de la estela en la que se inscribía. Hoy, sin embargo, se ha convertido en una rareza y en un exceso que resultará difícilmente inteligible al lector medio sin una, aunque sea sumarísima, reconstrucción de su contexto. Pero hablemos, para empezar, de lo más doloroso, aunque sea reiterativo. En el origen de este libro se encuentra el encargo que hacen a Klossowski Gilles Deleuze y Michel Foucault, responsables de la puesta en marcha de la versión francesa de la edición crítica de las obras filosóficas de Nietzsche según las investigaciones de Colli y Montinari: una nueva traducción al francés de La gaya ciencia, con todos los fragmentos póstumos de la época de su redacción, con la que se iniciará el proyecto. Un proyecto de resultas del cual -esto es lo doloroso- los lectores franceses, italianos, alemanes (y hasta parcialmente los japoneses) disponen de una edición canónica de las obras completas de Nietzsche que, para desesperación de estudiosos y amigos del autor de Así habló Zaratustra, nunca -¡ojalá me desmientan!- veremos en España (lo cual no puede atribuirse únicamente a la crueldad del capitalismo). Pero sigamos. La reputación de Klossowski como traductor está bien afianzada: textos de Benjamin, Wittgenstein, Heidegger, Hölderlin y hasta Virgilio se cuentan entre sus versiones. Pero Klossowski es algo más que un excelente traductor -y, por eso mismo, el gesto de Foucault y Deleuze también es algo más que una elección técnicamente bien fundada-: no sólamente porque también es pintor (hermano de Balthus) y novelista (Las leyes de la hospitalidad), autor de un curioso ensayo sobre Sade (Sade, mi prójimo), sino porque es un superviviente (murió en 2001) del grupo que, en torno a Georges Bataille, constituyeron en Francia escritores como Blanchot, Leiris o Caillois, y que durante las primeras décadas del siglo XX promovió una relación entre pensamiento y literatura sin la cual la atmósfera intelectual de los años sesenta resulta incomprensible. Cuando su traducción inaugura, en 1967, la reedición de Nietzsche en Francia, coincidiendo con la aparición del Nietzsche y la filosofía de Deleuze (a quien está dedicado Nietzsche y el círculo vicioso), se trata de un acontecimiento que supera con mucho lo académico. Unos meses después, la revolución estudiantil inundará las calles de París, y los analistas políticos (incluidos los marxistas) expresarán su sorpresa y su perplejidad: ¿no se suponía que eran las situaciones de extrema miseria y de agresiva explotación las que provocaban los movimientos revolucionarios? Se podía comprender la rebelión en el Tercer Mundo, -1967 es también el año de la consigna del Che Guevara: crear 1, 2, 3...
NIETZSCHE Y EL CÍRCULO VICIOSO
Pierre Klossowski
Traducción de Isidro
Herrera Baquero
Arena. Madrid, 2004
328 páginas. 19,50 euros
Vietnams-, pero, ¿por qué se produce una sublevación masiva en el momento en que los jóvenes de las clases trabajadoras de Europa occidental tenían más de lo que nunca habían podido soñar, en pleno apogeo del "Estado de bienestar" y de transición de la sociedad productiva a la sociedad de consumo? ¿Qué clase de reivindicación es esta que parece no pedir nada o, lo que aún resulta más increíble, que parece quererlo todo a cambio de nada?
Nietzsche -al menos el mo-
do en que Bataille había escuchado su palabra en plena ocupación alemana de Francia-, mucho más que Marx, tenía que ver con aquello, Nietzsche y su promesa de una acción intempestiva, y su búsqueda de esos instantes supremos en los cuales la poesía resuena en la historia en lugar de ser arrasada por ella. En las páginas entusiastas de este libro, Klossowski, impregnado por la lectura de los fragmentos póstumos, nos muestra a un Nietzsche empeñado en un gigantesco combate contra sí mismo, en un inmenso complot contra su propia clase y contra la "alta cultura" de la cual es el más refinado producto; nos hace divisar la génesis del estilo nietzscheano como un proceso de desciframiento de una semiótica pulsional que, en los tormentos de su propia fisiología, descubre una danza de las pasiones, una música que todavía nadie ha podido escuchar y que, sin embargo, nunca ha dejado de sonar. Es algo tan nuevo que sólo puede pensarse como lo más arcaico, lo más olvidado; algo tan distinto que la transformación de esa conspiración contracultural en la doctrina del eterno retorno tiene que presentarse ante todo como farsa, como simulacro de filosofía, como parodia de toda doctrina, como el círculo vicioso en el cual se ahoga toda intención teórica y, a la vez, como el coraje que -con el rostro incondicional del imperativo categórico- permite interpretar esa derrota como una victoria contra la nada. La euforia turinesa de los últimos meses de lucidez de Nietzsche -su última máscara antes del largo finale- se debería, según Klossowski, a la ebriedad en la que le instala su convicción de ser a la vez un caso fortuito y un destino, azar y necesidad, principio y fin, comienzo y retorno: un saber excesivo e insoportable. "No es la duda, sino la certeza lo que nos vuelve locos", había escrito. Como casi todo el mundo en aquel tiempo, Klossowski y sus camaradas interpretaron, quizá con un exceso de romanticismo, el sorprendente "malestar en el Estado de bienestar" en los términos de la nueva transvaloración anunciada por Zaratustra, la que por fin liberaría a "los fuertes" (que no son los socialmente poderosos, sino los que no pueden soportar el poder de aquéllos) de la tiranía de "los débiles" (que son quienes ocupan el poder), incluso aunque esta liberación -las enseñanzas de Nietzsche acerca del verdadero significado del verbo querer- no podamos aún pensarla más que en términos de una monumental bancarrota del orden establecido. Todo, como es fácil comprender, nos separa de aquel clima. El ensayo de Klossowski, que se ha tornado completamente excéntrico en el seno de la bibliografía académica sobre Nietzsche, políticamente incorrecto y lleno de "anomalías" literarias, es hoy escasamente citado por los expertos. Por lo demás, el Estado de bienestar se esfuma tan rápido que no da tiempo a sentirse mal en su regazo, el propio ejército imperial se encarga de poner en práctica la consigna del Che, y aquella declaración -en su momento tan escandalosa- de Bataille y los suyos, en el sentido de que bien pudiera ser que, en lugar de encaminarse hacia el equilibrio y la estabilidad, quizá las sociedades se precipitasen sin saberlo hacia la ruina, parece haberse convertido en el silabario subyacente al sentido común contemporáneo.
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