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Columna
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Reñidero

Léanse como se lean, las elecciones del pasado domingo no nos cuentan nada en relación al paisito que no supiéramos ya. El PNV sigue proyectando la imagen de partido gobernante y clientelar, el PSOE vive su momento dulce, mientras que el PP debe sobrellevar la pesada herencia de Aznar y Mayor Oreja. Batasuna, definitivamente, se erige en reducto de la minoría intransigente y autoritaria (¿el bunker transitorio?), mientras Aralar no acaba de despegar.

Lo sabíamos. Nada nos dicen los resultados del domingo. (Máxime con el grado de abstención habido.) Harían mal el PNV o los socialistas, los aparentes ganadores, en extrapolar estos resultados a otras instancias; en sacar conclusiones rápidas e interesadas. Si el PNV perdiera en un futuro próximo el Gobierno de la autonomía, como le ha ocurrido a CiU, las cosas cambiarían radicalmente para ese partido. (Que se lo digan a aita Xabier, que dejó la presidencia del EBB y ya no es nadie.) No sólo en términos pragmáticos, sino porque habría un desplazamiento de legitimidades sobre "lo vasco", único perfil elaborado por el PNV, que modificaría llamativamente el escenario electoral del país (como ha ocurrido en la Cataluña post-Pujol). Y, si se trata de elegir en Álava y para esa provincia, el PSE de Txarli Prieto debiera tentarse la ropa y no engañarse antes de ahogar el funcionamiento de las instituciones del lugar e intentar su asalto. La autocomplacencia del PNV está justificada pero es de una fragilidad extrema; mientras que las ínfulas de algunos sectores del PSE no se corresponden a un trabajo bien hecho sino a los ecos mal encauzados de la Villa y Corte.

Resulta curioso, en cualquier caso, que Josu Jon Imaz, con tres diputados de tres familias con derecho a cocina nacionalista, diga que ahora sí, que ahora Zapatero no tendrá más remedio que contar con la rediviva Galeusca para reformar la Constitución. Bien. Tres frente a los cinco diputados que obtuvieron en 1999, y tres frente a los 25 del PSOE y los 23 del PP de ahora. En fin... Deberán contar, naturalmente, si Zapatero tiene cierta visión de estado. Pero no es precisamente el presidente del EBB, muñidor de una propuesta constitutiva radical que ignora a la mitad del parlamento afectado e incluso a sus socios de gobierno, quien esté habilitado para poner ese punto sobre esa "i". Pero, bueno, pelillos a la mar. Es el jolgorio de los políticos.

Y hablando de jolgorio, ¿se han dado cuenta que la política -y nuestros políticos- no mueven nada en este país si no lo convierten en un verdadero reñidero? (Permítanme. Hablo de El reñidero español, de Franz Borkenau, 1937, memorias sobre la Guerra española. Entienden ustedes el sentido.) Unos contra otros, vecino contra vecino, el de arriba contra el de abajo; así se excita a la gente y se la lleva a las urnas. Cuando no ocurre esto, cuando no se excitan las pasiones, las bajas pasiones, los resultados son verdaderamente mediocres. No lo justifica que lo hayan sido en toda la Unión: la explicación varía según el lugar.

Quizá a algún partido o instancia política interese impulsar en el País Vasco un cierto demos activo y participativo, ajeno a la discordia más cruda y simple. Quizá haya quien comience a dirigirse a una ciudadanía cabal (sin banderines de enganche para torpes como el del "diálogo", o la apelación nacional, tan poderosa, de uno u otro orden). Quizá interese hacer de ésta una sociedad democrática y sentidamente libre. Quizá.

Ese deseo se palpa en la calle. La gente quiera ya, de una vez y para siempre, salir del reñidero, olvidarse del "campamento base" y la alta montaña. Ésas son metáforas de gente montaraz y poco pragmática. La gente aspira ya a un cierto sosiego. Ellos, nosotros, somos de llano y vega. Nos gusta el valle y el discurrir del río. Queremos ver el paso de las aguas con cierto atropello si es un torrente o remansadamente. Queremos una política de hechos, porque la "alpina" (campamento base y cima) nos es ajena: la han debido importar del pasado siglo o de algún país de Hergé (autor de Tintín). Es hora de abandonar el avispero, el reñidero vasco, y avanzar por el valle, siempre más productivo. Lo deseamos todos. ¿Lo saben nuestros políticos?

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