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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tres meses después

A tres meses de los atentados del 11-M, aún hay nueve personas hospitalizadas; y los supervivientes y familiares de las víctimas luchan para recuperar el pulso de la vida. La ciudadanía se volcó en solidaridad con ellos en las semanas que siguieron a la masacre; no podemos permitir ahora que el tiempo imponga el olvido. Pero corresponde al Gobierno asegurar el reconocimiento permanente y el cumplimiento de los compromisos adquiridos: abrir las vías de actuación necesarias para que pueden ir normalizando sus vidas.

Durante estos meses, las investigaciones han confirmado la hipótesis que relacionó el atentado con el terrorismo islámico. Al cruzar los datos sobre los preparativos del 11-S con los del atentado de Madrid nos hemos ido percatando de que en España se habían instalado, por lo menos desde el año 2000, importantes redes de ese terrorismo. Desgraciadamente no se atinó a interpretar los signos que iban apareciendo. El papel crucial de los contactos en territorio español para la preparación del atentado contra Estados Unidos, las pistas seguidas, las detenciones practicadas a petición de las policías de otros países, no modificaron la hipótesis que consideraba a España tierra de paso, de captación de fondos, de descanso para los terroristas, más que posible blanco de sus acciones.

La Comisión de Investigación del Congreso tendrá que dilucidar qué falló para que los terroristas pudieran preparar impunemente la masacre durante años, sin ser detectados; o siendo detectados pero no interceptados. Deberá dilucidarse no para transferir la culpabilidad que sólo corresponde a los terroristas, pero sí para aprender de los errores y evitarlos en el futuro. Porque el problema durará años. Los responsables policiales creen que a día de hoy en España hay un número muy importante de células durmientes de la constelación de grupos que forman Al Qaeda.

La continuación de las investigaciones ha confirmado la importancia de la colaboración internacional. El principal sospechoso de organizar el 11-M es un marroquí apodado El Egipcio, detenido en Milán cuando preparaba un nuevo atentado, tal vez en Francia, y que, según se supo ayer, estuvo controlado hace tiempo en Alemania. El terrorismo global sólo puede ser combatido con información global.

El empeño del PP en justificar la pésima gestión de la información tras el 11-M ha llevado a antiguos responsables de Interior a difundir inconsistentes especulaciones sobre una posible conexión entre Al Qaeda y ETA. La endeblez de los indicios aportados por sus periodistas de cámara impide tomar en serio la sugestiva hipótesis. Sí es preocupante, en cambio, la conexión asturiana: esta extraña trama, en el mundo siempre oscuro de los confidentes policiales, que facilitó los explosivos a los terroristas. El caso requiere explicaciones. En un episodio tan grave no puede quedar ninguna sombra respecto a posibles negligencias.

El PP, frustrado por haber perdido unas elecciones que creía ganadas, ha querido desplazar la atención del día del atentado a las jornadas siguientes hasta la electoral. Es legítimo sostener que el atentado influyó decisivamente en los resultados; lo contrario sí que hubiera sido anormal. Desde luego influyó en un aumento de la participación, como solicitaron todos los partidos democráticos. Pero deducir de ello que los españoles claudicaron ante el terrorismo o que la victoria del PSOE fue el resultado de una manipulación informativa sólo revela una enfermiza resistencia a admitir la realidad.

España ha recuperado la normalidad después del gran trauma. Los principales autores han sido detenidos o se suicidaron y las responsabilidades políticas ya fueron sustanciadas. Ahora hay que investigar los errores cometidos, para no repetirlos. Y, sobre todo, el Gobierno no debe escatimar recursos con las víctimas.

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