Retrato de un hombre de pie
Barajan tantos cargos para él, en la Comunidad Europea, que ahora mismo parece el aspirante a dirigir una orquesta. Y tiene condiciones para ello. De momento, es un hombre de pie, obligado a estar así porque las miles de horas de vuelo -y de moto, es un gran motorista- que le contemplan han dañado los discos de su espalda; también se lesionó el menisco, pero de eso tiene la culpa el tenis. Cuando tuvo que dar una larga entrevista de radio de pie, minutos antes de entrar en un quirófano para enmendarse la espalda, parecía el espejo de un célebre título de su antepasado el filósofo Salvador de Madariaga: Retrato de un hombre de pie.
Ha transitado por los pasillos del poder desde 1982, cuando los socialistas ganaron el Gobierno de España. Antes alternaba la política con la Física, su profesión, y combinaba ambas con pasiones que nunca ha dejado a un lado, la amistad, la lectura y la comunicación. Para hacerlas compatibles ha procurado, desde que lo nombró Felipe González ministro de Cultura, dividir de modo tajante los secretos políticos de las confidencias amistosas. Obligado por su trabajo en el partido -y en la oposición- a llevarse más que bien con la prensa, cenaba, desayunaba y charlaba con los periodistas, e incluso los visitaba en sus centros de trabajo... Cuando ya estaba cerca su nombramiento como ministro hizo algunas llamadas significativas: en una de ellas le dijo a uno de esos periodistas con los que charlaba tan a menudo: "Como ahora nuestro diálogo ya no va a ser el mismo, te llamo para asegurarte que aunque esté en silencio también te estaré queriendo". Pero la más célebre de todas esas rupturas del Solana ministro con el Javier anterior fue este diálogo con un periodista de Radio Nacional que iba a grabarle una conversación con él ya instalado en el Ministerio de Cultura: "Javier, ¿cómo quieres que te trate en la entrevista, de tú o de usted". Y Solana respondió: "Tráteme usted como quiera".
Políticas aparte, ha sido invariable con sus amigos. Uno de los más antiguos, el periodista Miguel Ángel Aguilar, que en 1964 le venció en las elecciones a delegado de la Facultad de Físicas, cuenta que es capaz de llamar desde cualquier sitio del mundo, a veces para invitarse a cenar unas horas más tarde, para requerir un libro que le acaban de recomendar, o para recomendar él mismo el último que le han sugerido... El último que le han sugerido, por cierto, se lo recomendó su colega Colin Powell, The two Americas, de Stanley B. Greenberg, y entre los que leyó más recientemente está Armonía celestial, del húngaro Peter Esterházy... Esta faceta suya de lector es muy importante, porque es la que le da oportunidad de engrasar las relaciones con la base española de sus amistades... Hace unos años llamó un 24 de diciembre desde Bruselas para que un amigo que estaba en Canarias hiciera posible que esa misma noche él pudiera tener en Madrid como lectura la última obra del colombiano Álvaro Mutis...
Acostumbrado a que todo sea posible, como ministro español y como superministro europeo se ha empeñado en batallas que hubieran agotado a cualquier otro, pero él parece disfrutar de una energía que algunos atribuyen a su conocimiento de la física... En medio de esos viajes a los que le ha obligado su múltiple actividad exterior halla tiempo para ir a museos, a destiempo o en hora, o a aprovechar brevísimas estancias en Madrid para buscar, como alma en pena, que alguien le deje entradas para escuchar música u ópera en el Teatro Real... Fue uno de los propagandistas de aquella primitiva decisión del Gobierno socialista de hacer fichar a sus funcionarios, e incluso a sus ministros... A él no le hizo falta cambiar los hábitos: de hecho, él ha vivido siempre de pie, o en posición de estarlo; decía Ernest Hemingway que en esa posición se ve mejor y es cierto que Solana tiene siempre el aspecto de estar de pie, oteando el horizonte, yéndose... Aseguran que no tiene nostalgia de la política española y que es respetuoso con lo que su partido mande. Pero lo cierto es que uno se lo imagina solo, con alguien que le organiza la vida, de pie y mandando.
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