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Columna
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¿Estás ahí?

¿Dónde se encuentra exactamente España? Entre nosotros: yo tampoco consigo hallármela. Debe de haberse perdido en algún hueco del Tiempo, entre la Sábana Santa y el Club Dante. Porque no es sólo que no sigamos en Irak y que nos estemos trayendo lo que queda de los militares caídos en Turquía. Es que España no mostró comparecencia en el 60º aniversario del Desembarco de Normandía. Ni tenía por qué, se dirán algunos de ustedes, los más reacios a rehacer el pasado. Mientras se producía el Día D allá en la Francia, y en el café de Rick, en Casablanca, dejaban de servir agua de Vichy, aquí, en Carabanchel, nos iban a inaugurar una nueva cárcel, y en Barcelona preparaban la final de la Copa del Generalísimo. Esto era un solar del fascio triunfante, dirán algunos.

No saben ver, como yo lo hago, que, de no gobernarnos Rodríguez Zapatero, estos días hubiéramos conmemorado el 60º aniversario de nuestra liberación digital ocupando un taburete en la tribuna de presidentes. Si el sombrío Rajoy hubiera lucido hoy la púrpura prometida, ¿no habría tenido el presidente Bush Jr. un detallazo para con el delfín del bonito, o bello bigote precedente? Allí, en la tribuna, pasándose la Historia por montera, habría recibido su premio la verdadera España, aquella que los actuales gobernantes no saben representar debido a que, como no disfrutan de servicio doméstico a lo grande, necesitan democracia para vivir. Es más, ellos mismos son el servicio doméstico, encaramado al poder por la conspiración que empujó a las urnas al manipulado pueblo llano.

España ha faltado a su primera cita con Omaha Beach, y se nos ha fastidiado la foto junto a Tom Hanks y Steven Spielberg, fans de los efectos especiales históricos -¿para cuándo una visita guiada al saqueado Museo de Bagdad y a su incendiada biblioteca?- y, además, a nuestro país tampoco se le ha visto el morrillo en las pompas fúnebres de Reagan, ni en la fiesta del 70º cumpleaños del pato Donald, eventos todos muy apropiados para maquillar Abu Ghraib.

¿Saldrá España, por fin, de su escondite, de su relegado lugar, este domingo? ¿Conseguirá la Patria neutralizar los votos altaneros de quienes prefieren la Europa real al síndrome de Georgetown?

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