¡Cuanta hipocresía!
Un hecho reciente ocurrido en Barcelona me induce a hacer la siguiente reflexión:
Encierro en la iglesia del Pi (febrero-marzo 2001), encierro en la catedral de Barcelona (junio 2004). ¡Cuánta hipocresía!, ¡cuánta demagogia!, ¡cuánta mentira!, ¡cuánta desmemoria!
Recuerdo a Joan Clos afirmando que si no fuera alcalde se sumaría a la lucha de los inmigrantes; ahora envía a la Guardia Urbana para ayudar en el desalojo. Recuerdo a Pasqual Maragall visitando a los encerrados; ahora el presidente de la Generalitat elogia "la madurez para resolver el encierro". Recuerdo las manifestaciones convocadas de apoyo a los recluidos en las iglesias con el soporte de los sindicatos y partidos de izquierda, la asistencia de políticos como Joan Saura (IC), Jordi Portabella (ERC), entre otros; ahora encuentran inoportuno el encierro. Recuerdo a los intelectuales y demás progres de salón firmando manifiestos y acudiendo a solidarizarse con los inmigrantes; ahora se han vuelto mudos y miran para otro lado. Recuerdo a medios de comunicación públicos convocando a la ciudadanía a apoyar a los encerrados y a medios de comunicación de los autodenominados independientes y plurales, con sus encendidas informaciones, editoriales, columnas de opinión y viñetas de humor; ahora parecen haber entendido que no puede haber papeles para todos y muestran una generosa comprensión hacia la actuación del Gobierno. Qué diferente "talante" y tratamiento dependiendo de quien gobierne y qué diferente valoración hacia un conflicto en el que, pese a las dificultades, llegamos a un acuerdo pacífico, respecto a otro solucionado con una orden de desalojo policial que en el contexto de entonces se hubiera condenado hasta la saciedad.
Menos mal que sólo han pasado tres años, porque si no me parecería que estoy en otro país o que es un espectáculo asociado al Fórum 2004 o que quizá, realmente, a muchos se les ha visto demasiado el plumero.
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