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Columna
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Desmontar el Estado

"La política norteamericana se ha dividido en dos polos opuestos: el centro no se sostuvo. La desigualdad creciente de rentas constituye la base de esa oposición. El resultado es una especie de guerra de clases, que no se genera porque los pobres intenten quitarles el dinero a los ricos, sino porque una élite económica se esfuerza por expandir sus privilegios". Quien esto escribe no es un intelectual izquierdista como Noam Chomsky, dedicado desde hace décadas a clamar contra las desviaciones autoritarias e imperialistas de Estados Unidos. Tampoco el sarcástico bufón Michael Moore, debelador de la desnudez intelectual y moral de Bush junior y de sus compinches. El autor de esas palabras es Paul Krugman, uno de los más reputados economistas, ex asesor del Banco Mundial y actualmente profesor de la Universidad de Princeton. Cualquier cosa menos un radical, como lo demuestran sus opiniones rotundamente favorables a la globalización impulsada por la OMC o a la flexibilización de los mercados de trabajo. Una persona que participó en el Consejo de Asesores Económicos del primer Gobierno Reagan. Lo dice en su libro El gran engaño, recién publicado en España.

Según su cualificada opinión, en EEUU "existe una gran conspiración de la derecha", una extrema derecha embarcada en una ambiciosa (y, hoy por hoy, exitosa) cruzada dirigida a debilitar el Estado hasta reducirlo, como dijo algún destacado neo-conservador, a una dimensión tan reducida que haga posible ahogarlo en una bañera. Dentro de este programa, uno de los objetivos más señalados lo constituye el Estado de bienestar: "La cruzada contra el Estado de bienestar", escribe Krugman, "se funda en una ideología que lo denigra casi todo, a excepción de la defensa nacional que realiza el gobierno. Los conservadores actuales desean sacar al gobierno hasta de sus ámbitos tradicionales, como la protección ambiental, la reglamentación del mercado de valores y el control del tráfico aéreo". ¿El resultado? Una sociedad en la que la desigualdad se ha incrementado espectacularmente y en la que se ha producido "el regreso de la posición social heredada" (los privilegios se transmiten), al tiempo que se cierran las puertas que hacían posible la movilidad social ascendente, sobre todo las de la educación. Una sociedad basada en el dogma de la responsabilidad individual, que Krugman cuestiona con cruel ironía: "Si un niño elige tener unos padres que no pueden permitirse la atención sanitaria, ese niño habrá de enfrentarse a las consecuencias de su elección".

Pues bien, según Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander, "es imprescindible desmontar el welfare europeo", una tarea para la que "no tenemos demasiado tiempo". Según su parecer, "no es posible pensar que el welfare pueda continuar mucho después de la entrada de los 10 nuevos miembros en la Unión Europea". Nada que ver con proyectos ideológicos. ¿Conspiraciones de la derecha? Por favor, no busquen fantasmas. "No soy un político que deba hacer un programa", se desmarca Sáenz. Simplemente, la ampliación hacia los antiguos países tras el Muro nos obliga a renunciar al Estado de bienestar, a la responsabilidad colectiva, seña de identidad (más aún que el cristianismo) de Europa: "O mejoramos estructuralmente nuestros mercados laborales y acomodamos nuestros niveles impositivos a los de aquellos países que nos van a hacer la competencia, o realmente vamos a tener un problema".

Si no recuerdo mal, el presidente del Santander, Emilio Botín, a quien aconseja por delegación (¿de quién?) el tal Sáenz, está acusado de dos delitos de apropiación indebida relacionados con las indemnizaciones de 56 y 108 millones de euros cobradas por el ex copresidente de la entidad José María Amusátegui y el ex vicepresidente Angel Corcóstegui, respectivamente, en concepto de jubilación. Todo ello sin informar a los accionistas, ni al Banco de España ni a la CNMV. Pero que nadie piense en conspiraciones de una extrema derecha fanáticamente empeñada en rediseñar la política para beneficiar a un número muy reducido de personas. Eso son cosas de película de Hollywood.

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