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LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

Dos vecinos ejemplares

Francisco Palenzuela y Juan Antonio Fernández son dos de los ciudadanos más conocidos de El Ejido gracias a la recogida de firmas que promovieron entre sus vecinos y al apoyo a su indulto que les presta el Ayuntamiento. Palenzuela, casado y padre de dos hijos, nació en 1958 en el barrio de La Cañada, en Almería, donde todavía viven varios de sus familiares. Con el despegue de la comarca de El Poniente se trasladó a vivir a El Ejido, según varios vecinos del pueblo, donde desde hace unos años regenta un negocio de venta de animales vivos, sillas, botas de montar y piensos para ganado en la zona norte del municipio.

Antes de secuestrar y apalear a Brahimi, Bakeur y Bando, Palenzuela participó activamente en un movimiento vecinal que exigía al Ayuntamiento el cierre de una casa en ruinas de la calle Galva -muy cerca de su domicilio- habitada hasta su demolición por varios inmigrantes y toxicómanos. Los vecinos apuntaban a ese lugar como el principal punto de menudeo de droga de la zona y a sus inquilinos como los presuntos responsables de los atracos y tirones que se producían en el barrio. Allí vivía Bakeur, uno de los inmigrantes a los que Palenzuela vejó, secuestró y apaleó los días 11 y 12 de diciembre de 1997.

Pero su primer incidente con magrebíes se remonta a tres años antes. El 28 de marzo de 1994 la Guardia Civil lo detuvo como presunto autor de un delito de lesiones contra un inmigrante norteafricano, aunque el asunto quedó archivado. La mayoría de los que lo conocen lo consideran un hombre normal. Pero los que se atreven a cuestionar su indulto subrayan su carácter violento.

Junto a su tienda de animales, Palenzuela consta como consejero delgado de Palevill S.L., una compañía de venta al por mayor de fertilizantes y productos agrícolas cuya actividad se paralizó en 2002. La empresa, que no está en quiebra ni ha suspendido sus pagos, se declaró insolvente hace dos años. En su inscripción en el Registro Mercantil constan varios embargos contra ella superiores a los 35.000 euros por deudas con sus trabajadores, así como cuotas impagadas a la Seguridad Social por importes similares.

Su cómplice, Juan Antonio Fernández (32 años), pasó prácticamente inadvertido en el pueblo hasta su participación en los delitos por los que ahora irá a la cárcel. Comparte con Palenzuela una compañía de compraventa de ganado (Fernández y Palenzuela, SL) de la que ambos son administradores únicos. Pero también tiene su propio negocio, una empresa de comercialización y distribución de pollos. Ese es el trabajo por el que es más conocido.

Este periódico contactó con los dos condenados para concertar sendas entrevistas, pero su abogado, que se negó expresamente a identificarse, contestó por sus clientes negándose a concederlas.

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