Atrapados en un ascensor
El 28 de mayo, a las 8.47 aproximadamente, en el ascensor que sube del andén al vestíbulo en la estación de metro de Canillas nos quedamos atrapadas 10 personas durante 25 minutos.
Realmente, es cuando me he convencido de que todo lo que se nos cuenta sobre la seguridad es un cuento. Me baso en lo siguiente: el ascensor tiene una capacidad de 12 personas (900 kilogramos) y éramos 10: nueve mujeres y un hombre, y no superábamos los 900 kilos indicados ni por asomo.
Se paró arriba y se quedó bloqueado; ni las puertas ni el resto de botones funcionaban, por lo que inmediatamente llamamos por el botón de alarma, y la respuesta recibida textualmente fue:
-Un momento, ahora voy.
Lo que esperábamos era un:
-Tranquilos, no pasa nada, ahora mismo les sacamos.
Pasan otros cinco minutos y seguimos igual: volvemos a presionar el botón y se repite la situación anterior; empezamos a ponernos nerviosos porque comprobamos que no nos hacen ningún caso y nadie aparece; los teléfonos móviles, sin cobertura, los acercamos hacia la puerta, y nada de nada, por lo que volvemos a llamar insistentemente; hacemos señas a otros pasajeros que salen... y los cristales de las puertas se empiezan a empañar (somos 10 personas) cuando, por fin, a los 12 minutos aparecen dos individuos que se supone de seguridad, sin idea ni reacción, que nos miran atónitos.
Pero la suerte nos sonríe cuando, por fin, hay cobertura y llamamos a los bomberos. Mientras tanto nos invade la sensación y llegamos a la conclusión de que Metro no tiene ni personal preparado, ni están probados los ascensores por si fallan ni tienen salida.
Ya estamos todos nerviosos, y en un papel les escribimos: "No hay oxígeno, rompan". La que escribe es una persona asmática intrínseca y extrínseca y padezco claustrofobia. (He salido bien).
Y por fin observamos que el ascensor se mueve hacia la planta de abajo, lo que nos origina desconfianza y nerviosismo ante la duda de que pueda pararse entre las dos plantas; no es así, pero abajo tampoco se abren las puertas y, por fin, a los 25 minutos y a base de fuerza física, logran abrir las puertas.
Yo me pregunto, ¿si llega a ser verano, 10 personas...? ¿Para qué está la pareja de seguridad? ¿Y las personas de taquilla? ¿Y por qué no está probado si el ascensor falla?
Los bomberos no llegaron. Ahora me pregunto: si en un suceso así, localizado, tardan 25 minutos en solucionarlo, ¿cómo iban a controlar que los terroristas arrojaran las mochilas bomba a los trenes el 11-M?
Pese a todo, no ha habido ni gritos ni histeria.
Gracias a las otras nueve personas que han sufrido conmigo este incidente.
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