Una momia resultona

Egipto y su historia ofrecen a los creadores de videojuegos un mundo excelente, mezcla de realidad y mitología, donde desarrollar aventuras cuyo interés crece cuanto más cerca se está de descubrir algún lugar o ítem sagrado anhelado por arqueólogos y ricos coleccionistas. En este contexto se desarrolla Sphinx, pero el objetivo en este caso será salvar a los habitantes de Uruk de la oscuridad permanente en la que se hallan sumidos por culpa de un maleficio. Siguiendo las instrucciones de Imothep y acompañado por una competitiva momia, el intrépido asaltatumbas deberá viajar por todo el Nilo en busca de la Espada de Osiris.

Con esta excusa se sumerge al jugador en un título de plataformas con más puzzles que de costumbre. La reflexión prima sobre la acción. Hay que acabar con 50 tipos de enemigos a lo largo de los cinco mundos que conforman la aventura; sin embargo, el ritmo lo marca el jugador. Puede dejar de avanzar y explorar el terreno para intentar averiguar cómo alcanzar una determinada zona que a priori parece imposible por los medios normales de saltar o agarrarse a cornisas. Observando el escenario se descubren los elementos que, tras comprobar su utilidad, combinados sirven para lograr el objetivo. Por ejemplo, en la primera misión, hay que alimentar a un monstruo con cocos para que a cambio éste escupa al protagonista hasta una cueva elevada. Obviamente, antes de conseguirlo hay que recolectar los cocos y descubrir cómo hacerlo.

Eurocom se aprovecha de que el potencial gráfico de las actuales consolas para crear juegos de plataformas casi ha alcanzado su límite y explota estos conocimientos técnicos para basarse más en el contenido que en el aspecto visual. De esta forma, ha conseguido un disco que presenta decenas de pequeños retos que, unidos por un colorido guión repleto de tópicos egipcios, se apodera de la atención del usuario. El no estar doblado y no aportar ninguna novedad técnica hace que su precio se antoje caro para comprarlo pero no para alquilarlo.