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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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'Exxon Valdez': efectos a medio plazo del vertido en los ecosistemas

Cuando ocurre una catástrofe medioambiental se produce una marejada de información en los medios de comunicación y una gran movilización de ciudadanos de manera espontánea u organizada. Salvados los primeros efectos la información decae y finalmente el episodio tiende a olvidarse. Sin embargo, tras los primeros días o semanas, quedan muchas personas trabajando para aliviar los efectos perniciosos de la catástrofe y hacer un seguimiento de las consecuencias.

Considero necesario establecer observatorios de seguimiento de catástrofes ambientales con un doble objetivo: 1) estudiar cómo responden los ecosistemas a las agresiones medioambientales provocadas por el hombre 2) aprender de la catástrofe y establecer las vías de prevención y actuación en caso de que vuelvan a ocurrir.

El mejor laboratorio de seguimiento de catástrofes medioambientales son las costas de Alasca tras el derrame del petrolero Exxon Valdez el 24 de marzo de 1989. Quince años después Peterson et al., en la revista Science (vol. 302,2082-2086) han examinado los resultados de los estudios realizados durante 15 años sobre el seguimiento de los efectos del vertido de petróleo sobre los ecosistemas. Las tres conclusiones principales de estos estudios pueden resumirse así: 1) se ha detectado que persiste hidrocarburo del vertido 15 años después de que éste ocurriese; 2) los hidrocarburos están presentes en cantidades más altas de las esperadas y en cantidades suficientes para dar lugar a exposiciones crónicas que, como consecuencia, afectan a la salud, crecimiento y reproducción de las poblaciones de vertebrados e invertebrados de la zona; 3) los impactos son más evidentes sobre las poblaciones que viven en los sedimentos más superficiales, con los consiguientes efectos directos e indirectos sobre la cadena trófica.

El estudio de Peterson y colaboradores indica que de los 42 millones de litros vertidos por el Exxon Valdez cerca del 40-45% sedimentaron en el mar, mientras que el que alcanzó los 1.200 kilómetros de costas representó sólo del 7% al 11% del total. A finales de 1993 se estimó que el volumen de hidrocarburos que quedaba en los espacios intersticiales de las rocas en Alasca era del orden del 2% del total.

Un hecho inesperado ha sido que tras la evaporación de los hidrocarburos más volátiles, y la rápida degradación inicial de una fracción por medios biológicos y químicos (fundamentalmente fotolisis), la velocidad de eliminación de los hidrocarburos disminuyó notablemente, bien porque los hidrocarburos quedaron secuestrados en lugares donde no alcanzaban la luz o porque la actividad biológica contra estos compuestos era nula o muy baja.

El resultado de la persistencia de los hidrocarburos que permanecen asociados a sedimentos y rocas es el de una exposición crónica de la fauna y flora a los hidrocarburos lo cual se ha puesto de manifiesto mediante análisis de biomarcadores en peces, nutrias marinas y patos. Se ha encontrado una mortalidad más alta en hembras de pato arlequín en la zona afectada por el vertido que en animales que habitan en zonas no contaminadas, y una correlación inversa entre los niveles del enzima CYP1A -un biomarcador de contaminación- y el peso del animal sobre todo en invierno, demostrando los efectos perniciosos de los hidrocarburos remanentes. Se ha constatado que concentraciones tan bajas como 1 ppb (parte por billón) de hidrocarburos aromáticos de varios anillos (entre tres y cinco) son tóxicos para los huevos de salmón y sardinas.

Los efectos de los hidrocarburos no sólo se dejan sentir en la fauna sino también en la flora. Así se perdieron grandes masas de Fucus gardneri, la planta que cubría de manera mayoritaria las rocas de la zona. Las rocas desnudas fueron colonizadas por plantas oportunistas como Chtamalus dalli, la cual impide la posterior colonización de Fucus, y cuando Fucus se asienta sobre la roca ya colonizada por C. dalli las plantas de Fucus no se agarran bien al soporte y son arrastradas por las aguas. Esto a su vez, ha conducido a la alteración de las poblaciones de invertebrados de la zona.

El estudio de Peterson y colaboradores recomienda que las investigaciones ecotoxicológicas tras los vertidos de crudo de petróleo se consideren con una perspectiva de medio y largo plazo, que permitan entender las múltiples interacciones entre los sistemas bióticos y abióticos, que tienen lugar en los sitios afectados por el vertido.

La lección del Exxon Valdez sugiere que tras el vertido del Prestige en las costas del Norte de España, es necesario establecer un plan de seguimiento químico del medio ambiente afectado, y un plan director de investigación encaminado al seguimiento de los microorganismos, fauna y flora marina de la zona. Dicho plan generaría de manera continua información estratégica para establecer las vías que permitan una mejor recuperación ambiental y económica de la zona.

Juan Luis Ramos es profesor de Investigación del CSIC y Director de la Estación Experimental del Zaidín (Granada).

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