Una Constitución para la nueva Europa
La incorporación de 10 nuevos miembros desde el día 1 de este mes de mayo, la convocatoria de elecciones europeas para el 13 de junio o la convocatoria del Consejo Europeo para los días 17 y 18 de junio son algunos de los retos que debe afrontar la Europa de los 25. Una Europa que representa para muchos de nosotros la lucha por la democracia, por el desarrollo económico y por la extensión de los derechos sociales.
Hace sólo unos días, me preguntaba por las razones que han llevado a una pérdida progresiva de presencia de los agentes sociales en las sociedades modernas y sobre cómo pueden volver a contar de nuevo con capacidad para articular, representar y defender intereses colectivos y dar forma a intereses públicos. Algo ha sucedido en la reciente historia de la construcción europea que rompe, aunque sólo sea levemente, con la lejanía, la distancia y hasta la desafección que muchos ciudadanos y actores sociales han sentido hacia una Europa más económica que social.
No podemos esperar más para favorecer la participación de las comunidades autónomas en la Unión Europea
Quizás haya sido la huida de la grandilocuencia de las palabras que aburren y hacen ajena la acción política para los ciudadanos. Quizás el que hayamos entrado en las cosas que interesan y preocupan a los individuos y hayamos contado con su opinión, que hayamos traspasado la frontera entre ciudadanía formal y ciudadanía real. Creo que los europeos hemos hecho un ejercicio colectivo de profundización democrática a lo largo de los últimos años. Primero, promoviendo la idea de la Constitución europea. Después, impulsando la convocatoria de la Convención e incitando a una participación activa en ella. Y por último, demandando la pronta aprobación de la Constitución europea.
Hemos seguido un proceso constituyente que, creo, es ejemplo de cómo dotar de más intensidad y calidad a nuestra democracia, tanto en el recorrido como en los resultados. La Convención inició un nuevo tiempo en la integración y en la democracia europea contando con los representantes de los ciudadanos y rompiendo con la tentación de cierto despotismo ilustrado. El método democrático, representativo y transparente de la Convención, aupado por la movilización ciudadana, ha conseguido que, directamente o a través de la concertación, todos estuvieran representados: los gobiernos, los parlamentos nacionales, el Parlamento Europeo, los sindicatos, los partidos políticos, las organizaciones no gubernamentales. Un método que hizo que todas las sesiones plenarias de la Convención y de sus grupos de trabajo fueran públicas y que todos los textos manejados estuvieran a disposición de la opinión pública.
La participación, pluralismo, transparencia y control de la ciudadanía que han dominado las sesiones de la Convención han de marcar las pautas de comportamiento de la Conferencia Intergubernamental, que no puede defraudar estas expectativas. Pero no sólo el método ha sido muestra de ese plus democrático, también los contenidos. Podemos sentirnos orgullosos de que la Constitución dé respuesta a todo cuanto nos ocupa y preocupa como ciudadanos: la seguridad, el bienestar, la solidaridad y la igualdad entre las mujeres y los hombres. Orgullosos de comprobar que los valores y el modelo de sociedad europeos son hoy patrimonio consolidado para futuras generaciones: los derechos fundamentales, la economía social de mercado, el pleno empleo y la lucha contra las desigualdades.
La Constitución representa avances progresistas, avances sociales con la Carta de Derechos Fundamentales y con el reconocimiento y promoción de la democracia participativa; avances en el reparto de competencias de manera flexible y progresiva y avances en la acción legisladora. Se podría haber avanzado más. Es cierto. Siguen existiendo carencias y retos pendientes, algunos en nuestro estricto ámbito interno.
Como presidente del Senado, hubiera deseado que los parlamentos nacionales tuviéramos un papel más relevante como sujeto colectivo de la construcción europea, para superar lo que se denominó segundo déficit democrático de la Unión. Resultaba atractiva, en este sentido, la propuesta socialista de crear una Cámara de Estados que absorbiera las funciones legislativas del Consejo y funcionara como un Senado europeo. Pero soy consciente de que sin una arquitectura política federal era muy difícil avanzar en este terreno.
Deberemos, por tanto, dedicar más esfuerzo a la cooperación interparlamentaria para suplir carencias y más compromiso para superar los retos pendientes en el desarrollo de la futura Constitución. Nuestra apuesta de futuro es trabajar por el reconocimiento del principio de democracia paritaria; por la extensión de la ciudadanía europea a los residentes legales procedentes de terceros países; por la definición de un verdadero gobierno económico, social y del empleo; por la armonización fiscal y de los servicios públicos, y por el aumento del papel de las regiones.
Hoy se precisa una mayor cooperación y colaboración con las comunidades autónomas. Será más fácil, sin duda, con la reforma del Senado que queremos abordar en esta legislatura. Pero, en todo caso, con y sin reforma, no podemos esperar más tiempo en favorecer la participación activa de las comunidades autónomas en la Unión Europea. Nuestro empeño es sumar, cuanto antes, la voluntad autonómica a la voluntad del Estado para una verdadera participación en la política común.
A pesar de las carencias, a pesar de los retos pendientes y también de las dificultades, hoy, más que nunca, debemos apoyar una pronta aprobación de la Constitución. Una Constitución que aporte más democracia, más transparencia y más protección de derechos. Más libertad y más ciudadanía, que es lo que nos está exigiendo la sociedad europea con este gran proyecto. Una Constitución con la que Europa podrá afrontar los grandes retos que tiene por delante: participar en un orden internacional democrático y justo; democratizar y socializar la globalización; evitar que las nuevas reglas de funcionamiento económico no socaven la libertad de las personas y la cohesión social imprescindible. Porque otra Europa es necesaria para que otro mundo sea posible.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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