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Tribuna:DEBATE | ¿Qué se juega en las elecciones europeas?
Tribuna
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Invertir en futuro

Ana Palacio

En pocos días, los españoles, junto con los demás ciudadanos europeos, estamos llamados a votar a quienes compondrán la VI Legislatura del Parlamento Europeo. Y es preciso analizar, más allá de la retórica, la trascendencia de esta convocatoria. O, dicho de otra manera, el papel del Parlamento Europeo, su importancia. Pues bien, sigue vigente la idea de una asamblea más voluntariosa que eficaz, más ruidosa que relevante. Percepción que se encuentra sin lugar a dudas en el origen de la escasa participación que han registrado por lo general las convocatorias anteriores. Percepción que compendiaba una pintada vista en la campaña de junio de 1994: "Vota al Parlamento en la Luna". Percepción que avala, en la octava edición -revisada a 2002- de la Guide to the European

Lo que se decide en el Parlamento Europeo afecta a nuestras vidas
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Union, que publica The Economist, el capítulo dedicado al Parlamento Europeo, que comienza: "El Parlamento Europeo tiene por objeto aportar cierto control democrático y de responsabilidad (accountability) a las otras instituciones de la CE. Sus poderes, sin embargo, son extremadamente restringidos; no es la autoridad legislativa de la comunidad, y su estatus se compara desfavorablemente con el de los Parlamentos nacionales en los diferentes Estados miembros". Percepción inspiradora de más de una crónica periodística que, por ejemplo, titulaba hace escasos meses: "El Consejo ha aprobado la Directiva...", cuando lo que relataba era, en realidad, una fase del procedimiento de codecisión que requiere ulterior aprobación -y eventual enmienda- por el Parlamento que está en pie de igualdad. Percepción que si tuvo alguna razón de ser en los orígenes de esta Asamblea no se correspondía en absoluto con la realidad ya en 1994 -vigente el Tratado de Maastricht- y que hoy, de cara a la VI Legislatura -esto es, con Niza como marco jurídico y la perspectiva de la Constitución- resulta sencillamente irresponsable.

Sí, es difícil exagerar la importancia de estos comicios. En primer lugar, por su valor emblemático respecto del propio proceso de construcción europea. La presencia de 732 diputados de 25 Estados miembros simboliza la consagración de la nueva Europa, que no es otra que la Europa unida, frente a la vieja -la dividida de la guerra fría-; de la gran Europa, a la que durante la legislatura se unirán Rumania y Bulgaria; la gran Europa que previsiblemente iniciará en pocos meses las negociaciones de adhesión de Turquía; la gran Europa que en este periodo deberá abordar la solución de los Balcanes. La gran Europa que, con la aprobación de la Constitución, dejará definitivamente de ser la Europa del mercado para consolidarse como la Europa de los ciudadanos. En segundo lugar, la Cámara de Estrasburgo constituye un vigoroso brote del parlamentarismo. Y determinadas características y peculiaridades son portadoras de futuro. Así, el carácter participativo que se deriva de la forja de los grandes partidos transnacionales que vertebran la construcción europea. El diputado de a pie cuenta, y sus posibilidades de actuación no tienen parangón con las que brinda un Parlamento nacional; porque si bien Europa avanza por consenso de las distintas fuerzas políticas -en particular, reposa en los acuerdos entre populares y socialistas-, la complejidad del proceso de toma de posiciones une en no pocas ocasiones, sin perjuicio de los partidos, a quienes comparten un área geográfica o una determinada idea del proceso de construcción europea, lo que crea solidaridades y complicidades personales que vinculan, que cuentan, que definen las relaciones en un hemiciclo que tiene mucho de territorio de frontera. Así, igualmente, el ambiente de ágora, de efervescente foro ciudadano de expresión de fuerzas extraparlamentarias, de intereses y corrientes varias que se manifiestan simultáneamente en un espacio versátil complementario al parlamentario en sentido estricto: desde presentaciones tecnológicas hasta conciertos, pasando por conferencias y "audiciones" de expertos en las más variadas materias.

Pero sobre todo, lo que se decide en el Parlamento Europeo afecta a nuestras vidas. Tanto en las grandes decisiones como en los ámbitos más cotidianos. La Asamblea de Estrasburgo viene marcando objetivos y diseñando instrumentos para alcanzarlos, al tiempo que actúa como caja de resonancia de las preocupaciones ciudadanas. La Convención para el futuro de Europa nació en el Parlamento Europeo, y lo mismo cabe decir de la propia idea de una Constitución. Tienen asimismo origen parlamentario iniciativas de gran alcance y trascendencia en la opinión pública, como el diseño de una política integral de inmigración, en la que han de conjugarse distintos aspectos, desde la cooperación al desarrollo hasta la integración de los inmigrantes, pasando por la lucha contra el tráfico de personas y la inmigración ilegal. El Parlamento Europeo desarrolla, asimismo, y cada día con mayor pujanza, una importante labor de control y de coordinación de las instituciones de la Unión desde la filosofía de transparencia que hoy ya se encuentra consagrada en los tratados (un hito importante en este ámbito fue la censura al presidente Santer que provocó la caída de la Comisión Europea en 1999). Y, en fin, el Parlamento Europeo ejerce, progresivamente desde el Acta Única europea, pero sobre todo a partir de las reformas de Maastricht, Amsterdam y Niza, una importante función legislativa. Dependiendo de los baremos que se tomen, entre un 50% y un 70% de la legislación que nos afecta es codecidida por el Parlamento Europeo: desde el IVA de los discos, y en general toda la propiedad intelectual, hasta las redes transeuropeas; desde la protección de los datos personales hasta la incineración de residuos.

El Parlamento Europeo importa. En una hipotética bolsa en la que cotizasen las instituciones de la nueva Europa, tanto las nacionales como las de la Unión, y contrariamente a las visiones desfasadas todavía arraigadas en la opinión pública, sin lugar a dudas, se erigiría en principal valor en alza. Así, votar en estos comicios es invertir en futuro; en nuestro futuro individual y colectivo de europeos.

Ana Palacio es diputada por Toledo y presidenta de la Comisión Mixta Congreso-Senado para la Unión Europea. Fue diputada al Parlamento Europeo durante la IV y la V legislaturas.

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