¿A quién favorecen los horarios comerciales?
Si la ley actual que rige los horarios comerciales me parece demasiado restrictiva, discriminatoria, por sus excepciones turísticas y culturales, y un freno innecesario para el consumo interno que tan importante es para la economía de un país, la que se nos viene encima me parece una absoluta locura, y espero que al final se convierta en una más de las rectificaciones a los que este Gobierno nos tiene acostumbrados.
Los horarios comerciales deberían ser regulados por los ayuntamientos, que son los que mejor conocen las costumbres y necesidades de los ciudadanos y que no son iguales en pueblos de tres mil habitantes que en ciudades de varios millones, en las que los sábados por la mañana se convierten en una prolongación de los atascos diarios, esta vez en las inmediaciones de las grandes superficies comerciales, sobre todo del sector de alimentación, y que dejan muy pocas ganas al ciudadano de volver a lanzarse a la calle por las tarde para hacer otras compras menos urgentes.
Los argumentos que utilizan los que imponen estas leyes son débiles: el derecho del trabajador al descanso dominical y la defensa del pequeño comercio. ¿No tienen ese derecho los trabajadores de las grandes cadenas de libros y discos, los de hostelería, los que trabajan en el comercio en zonas turísticas, los de los cines o los de prensa? ¿Cerrar las grandes superficies todos los festivos puede hacer al pequeño comercio más competitivo en sus precios y solucionar el problema que supone para él las bajas laborales de sus empleados o las vacaciones de éstos?
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