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Reportaje:

Las salas de música en vivo dan la nota

Los empresarios del sector piden apoyo a las instituciones para salir de la crisis

La noche madrileña tiene fama mundial. Pero uno de sus pilares -el de los pequeños locales de actuaciones musicales- se agrieta por momentos. La Asociación La Noche en Vivo, que agrupa a una veintena de salas de música, la mayoría en Centro, reclama ayudas de las instituciones públicas para capear un temporal económico que no tiene visos de amainar a corto plazo. Estas salas, con aforos de entre 100 y 500 personas, programan cada año cerca de 5.000 espectáculos y actividades culturales, que convocan a 700.000 espectadores, según datos de la asociación. Sus nombres: Café Central, Clamores, Libertad 8, El Despertar, Gruta 77, El Sol, Café Berlín, Jimmy Jazz o El Búho Real.

A pesar de las cifras, el sector habla de crisis, que a veces cristaliza en el cierre de la sala. El verano pasado le tocó a Suristán y, hace algo más de un mes, al Café del Foro. "Un local que se cierra no se puede reemplazar, abrir otro nuevo es casi imposible", lamenta David Novaes, presidente de La Noche en Vivo y propietario de Siroco, que desde el número 3 de la calle de San Dimas (Centro) propone conciertos y sesiones de pinchadiscos todos los jueves, viernes y sábados. "La sostenibilidad y futuro de las salas está en duda", continúa Novaes, "y las razones son variadas. Desde el popurrí de licencias y normativas que se suman unas sobre otras, hasta el mapa acústico del centro de Madrid, que impide actualizar una licencia de bar y convertirla en una de café-concierto, más cercana a lo que nosotros hacemos, pasando por la presión fiscal y el hecho de que hasta ahora no se nos ha reconocido como parte del entramado cultural de la ciudad".

"Son el caldo de cultivo de las propuestas diferentes", dice Luis Pastor
El verano pasado cerró la sala Suristán y hace un mes siguió sus pasos Café del Foro
Algunos responsables ven la salvación en la ampliación del horario de cierre

"Decidimos cerrar porque dejaba de ser rentable", admite Armando Rúah, que durante casi 10 años llevó la batuta de Suristán, ahora flamante discoteca. La necesidad de hacer unas obras de insonorización de más de 200.000 euros acabó por decidir el destino de esta sala, que se había convertido en referente de la música latina y africana. A su escenario subieron, en su etapa de principiantes, artistas como Ismael Serrano o Pedro Guerra, además de músicos "de toda Cuba, de África, tuaregs, saharauis, de Madagascar, de todo el mundo", recuerda Rúah, que ahora se dedica a la promoción de festivales de sonidos étnicos. "La verdad es que hemos tenido a artistas estupendos porque no había otro sitio donde podían tocar; ahora muchos nos preguntan que adónde van".

Javier Muñiz, responsable de La Boca del Lobo, en la calle de Echegaray y muy cercano a lo que fue Suristán, admite que ha tenido que suprimir el 50% de sus actividades culturales, además de cobrar entrada. "Aquí fue uno de los primeros sitios donde tocaron los Amaral", recuerda Muñiz, "y hemos llegado a programar hasta 15 actividades semanales, desde sesiones de cortometrajes hasta conciertos, performances, ciclos temáticos, teatro, flamenco, exposiciones, poesía". Cada año hacían un festival de cortos que dotaban con un premio de millón y medio de las antiguas pesetas. En la edición de 2003 no hubo dinero para el premio. "Estábamos recuperándonos de la puñalada trapera del IAE, que nos salió por 1.700.000 pesetas". Se refiere Muñiz al suplemento por actuación del Impuesto de Actividades Económicas (IAE) que la Hacienda municipal se apresuró a cobrar en 2002, un año antes de que desapareciera el IAE. Lo hizo con carácter retroactivo, dado que no se había exigido en los cinco años anteriores. Se calibraba en 20 euros por actuación. Algunos locales llegaron a deber 42.000 euros. "A las salas alternativas de teatro les pasó lo mismo y el Ayuntamiento les proporcionó una línea de créditos blandos", explica David Novaes, "nosotros lo tuvimos que pagar de una vez".

"Estas salas no sólo promocionan a la cantera, sino que también mantienen a los artistas que no son números uno", describe Carmen Peire, creadora del circuito En Ruta, que el próximo 23 de mayo programa a los vascos Jabier Muguruza y el Combo Lipa en la sala Galileo Galilei, también de la Asociación La Noche en Vivo y el único que mantiene una programación diaria. "Hasta ahora la música popular no se consideraba cultura, o era ocio o era industria, y se ha funcionado sin subvenciones", explica Peire, "pero, con la crisis de la industria musical, han aumentado las actuaciones en directo y todos quieren sacar tajada. La SGAE (Sociedad General de Autores de España), por ejemplo, cobra nueve euros fijos por concierto, sea en una sala para 1.000 o para 100. O se lo toma alguien en serio, o vamos a tener que ir a ver a Labordeta en el metro".

"Estas salas cubren un espacio fundamental", afirma el cantautor extremeño Luis Pastor, que el próximo 31 de mayo presenta su nuevo disco, Pásalo, en Galileo Galilei. "Es el primer escalón al que se puede subir un creador para mostrar su trabajo a un público pequeño", explica Pastor. "La industria se resentiría si desaparecieran, porque acogen a los primeros pasos de artistas que luego venden mucho y hacen ganar mucho dinero a sus compañías discográficas". Pastor toca en estos "espacios de libertad" desde 1980. "Son el caldo de cultivo de las propuestas diferentes", dice el cantautor, "y funcionan a veces gracias al altruismo de sus propietarios, verdaderos amantes de la música".

Algunos de los responsables de las pequeñas salas de música en directo ven la salvación en la ampliación del horario de cierre. Así pueden financiar los conciertos con el mayor consumo en copas de los clientes. No todos están de acuerdo: "Para mí es terrible tener que depender de vender mucho alcohol para programar música en directo", opina Armando Rúah, del antiguo Suristán. Por eso, La Noche en Vivo pide a las instituciones que se mojen en el apoyo a la música en directo en Madrid. La posición de la Concejalía de las Artes, presidida por Alicia Moreno, es "muy receptiva", según fuentes de la misma. "Tenemos prevista una reunión con la asociación de salas y desde luego estudiaremos todas sus peticiones".

La Fundación Autor, dependiente de la SGAE, también está por la labor. "Nos interesa el futuro de las salas porque son el semillero de los nuevos artistas y salida natural de los creadores más jóvenes", afirma Francisco Galindo, su secretario general. "Por parte de las autoridades locales, se les ha visto más como lugares molestos que de creación, creemos que hay que reivindicarlos como espacios de cultura". La fundación está en conversaciones con la Asociación de Promotores Musicales (APM) para que estas salas pequeñas tengan un trato especial, como por ejemplo a la hora de rebajar el caché de los artistas en sus actuaciones en estos locales. "El acuerdo está casi maduro".

Para inspirar a las instituciones, David Novaes pone como ejemplo lo conseguido por la Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña (Asacc), que agrupa a 28 locales, 19 de ellos en Barcelona. El pasado año, esta asociación obtuvo una subvención del 55.000 euros con los que el Instituto Catalán de las Industrias Culturales (ICIC), dependiente de la Generalitat, financiará la promoción de conciertos en revistas especializadas. Además, el Ayuntamiento de Barcelona incluye a las salas en la programación de distintos festivales. "Nos gustaría que aquí pasase algo parecido", concluye Novaes.

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