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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Edipo y su descendencia

La última sorpresa que nos ha deparado nuestra sociedad posmoderna es la voluntad de algunos miembros del colectivo de homosexuales, no sólo de ver legitimadas sus parejas como matrimonios por derecho, sino de formar una familia a través de la adopción, aspiración a la que seguirá, con toda seguridad, el reclamo de convalidación legal de los métodos de ingeniería genética que les habilitarían para procurarse descendencia biológica. La legalización de las llamadas "parejas de hecho" parece justa en la medida en que resuelve graves problemas sociales en materia de herencias, títulos, pensiones y otras responsabilidades jurídicas. La segunda pretensión, en cambio, supone una transformación radical en la idea misma de familia, en los vínculos de parentesco, y es el síntoma o la consecuencia de la crisis profunda que afecta a la institución familiar en nuestra época. Y digo "sorpresa" porque, hasta no hace mucho, los homosexuales aparecían -incluso por testimonio de ellos mismos- como las víctimas de la familia patriarcal que, en su versión posterior a la Revolución Francesa y sobre todo en su variante victoriana, ha sido (y todavía es) una auténtica manufactura de la locura.

Investigar cómo surge y se alimenta este oscuro deseo de concebir una familia sin padres ni madres, una alianza "monoparental" con hijos obtenidos sin coito y ahora, tras la posibilidad de la clonación, sin que medie siquiera una gestación, es el punto de arranque y desembocadura de este interesante ensayo de Elizabeth Roudinesco, de quien conocíamos una historia del psicoanálisis en Francia y una estupenda biografía de Lacan (Anagrama, 1995). Para explicar la deriva actual de la institución familiar, Roudinesco ensaya una apretada genealogía que remonta hasta Aristóteles, en la que recorre la obra de los clásicos modernos y algunos modelos literarios (Edipo, Hamlet y los hermanos Karamazov) para desembarcar en el estallido de los parentescos que -sagazmente- asocia con la "emancipación" femenina. En su examen histórico, se apoya en la obra de conocidos especialistas como Flandrin y Shorter, entre otros; omite a alguno insoslayable, como Phillipe Ariès, y naturalmente dedica amplio espacio a Freud. Pero como el freudismo es un poderoso generador de mitos, su estudio en muchas ocasiones sucumbe a la fascinación de las construcciones freudianas y, como es habitual que ocurra con la antropología cultural de base psicoanalítica, sus interpretaciones a menudo suplantan el objeto referido en ellas. Así, por ejemplo, critica el Edipo freudiano como invención, pero asume la idea de una "familia patriarcal" (e incluso describe su descomposición actual) que es justamente un subproducto teórico de la edipización de la familia.

La historia de la institución, el devenir del Edipo freudiano, la crisis del patriarcado y la enormidad de problemas teóricos, bioéticos, legales, sexuales e incluso sentimentales que plantea la cuestión abierta por los reclamos de los homosexuales, por otra parte, parece un asunto demasiado grande y complejo para que pueda resolverse en unas apretadas doscientas páginas. Y su resultado, desde luego, merecería una evaluación más profunda que la que puede hacerse en una breve reseña de periódico.

Como contraste y complemento, cabe sugerir al lector el cotejo del estudio antropológico y psicoanalítico de Roudinesco, con los análisis más acotados y señeros de los especialistas reunidos por David Kertzer y Marzio Barbagli en los dos volúmenes que completan su monumental Historia de la familia europea. El estudio sobre la evolución de la institución familiar se realiza aquí, como ya se dejaba ver en el primer volumen de la serie, desde una perspectiva principalmente demográfica, y en menor medida, histórica, con especial atención a los efectos que tiene la revolución industrial sobre los vínculos de parentesco (volumen II) y con un estricto repaso de los modelos familiares de los regímenes totalitarios del siglo XX, así como de las condiciones socioeconómicas que, por una parte, permiten la emancipación femenina y, por otra, hacen plausible la autonomización del individuo en la desvertebrada familia contemporánea.

Con todo, resulta significativo que sea justamente una mujer (Roudinesco) quien acabe afirmando: "Cuando éstas, a fines del siglo XX, se apoderaron de manera definitiva de todos los procesos de la procreación, conquistaron un terrible poder y tuvieron la posibilidad de convertirse en madres prescindiendo de la voluntad de los hombres. De ahí un nuevo desorden de la familia, consecutivo al surgimiento de un nuevo fantasma de abolición de las diferencias y las generaciones" (páginas 128-129). Roudinesco advierte que este "desorden", sea legítimo o no, tendrá que resolverse en una nueva representación para una de las instituciones fundacionales de la vida social. Las perspectivas, desde luego, no son halagüeñas, dado que de su estudio se deriva que hoy día nadie sabe muy bien en qué consiste una familia. Es posible que, con la ayuda de la técnica y de la nueva moral de la autonomía individualista, la familia venidera llegue a sustraerse a la maldición de Edipo o a la desolación de Hamlet. Su espíritu y su escenario, sin embargo, seguirán siendo trágicos.

Elizabeth Roudinesco. Traducción de Óscar Luis Molina. Anagrama. Barcelona, 2004. 208 páginas. 13,50 euros.

David I. Kertzer y Marzio Barbagli, compiladores. Traducción de Ramón Ibero. Paidós. Barcelona, 20032004. 560 páginas. 29 euros.

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