Madrid vuelve a sonreír
El centro de la ciudad se ha transformado en un gran decorado entre 'kitsch' y efectista
Lo mejor es la gente. Gente por todas partes que camina a paso lento, invadiendo la calzada, deteniéndose extasiada ante los monumentos engalanados para la ocasión. Gente de día y de noche. El miércoles, pasada la medianoche, la vista más espectacular se obtenía desde el centro de la calle de Alcalá, mirando hacia Cibeles, con al fondo la gran puerta de Carlos III. La fuente variaba a cada tanto de colores: del rosa al fucsia, del plata al verde lima y al amarillo. Por momentos la diosa empalidecía hasta un blanco casi metálico. El edificio de Correos y el Palacio de Linares, a lado y lado, y la Puerta de Alcalá, al fondo, correspondían al cambio cromático de la fuente combinando a su antojo rojos, violetas y oros. Pero eso no era todo. Desde enfrente del Círculo de Bellas Artes otro efecto lumínico completaba el cuadro: las luces de freno de los coches, atrapados en un fenomenal atasco, y los flases intermitentes de los vehículos policiales. Pero era un atasco diferente a los habituales. Sin nervios, sin bocinazos. En extraña convivencia pacífica con los peatones. Madrid está definitivamente trastocado por estos esponsales.
La pregunta en toda la ciudad es una: ¿está bien este despliegue barroco o es una frivolidad impúdica e insoportablemente kitsch? Bueno, respuestas habrá de uno y otro signo, dependiendo del mayor o menor grado de apocalipsis e integración de que uno sea capaz. Es ciertamente una iluminación más propia de Eurovisión que de una ciudad monumental. Pero hay que reconocer que de la operación se desprende una notable fuerza escenográfica.
"Nos hemos inspirado en el cielo de Madrid en primavera", asegura Tomás Alía, uno de los arquitectos del equipo coordinado por Pascua Ortega.
El cielo. He aquí el primer elemento escenográfico que conviene tener en cuenta para formarse un criterio sobre el asunto. Madrid, como París, Viena o San Petersburgo, es una ciudad con cielo. Es decir con un diorama de fondo que delimita la escena y a la vez proporciona realce a los elementos colocados delante. Imposible encontrar un punto de fuga de mayor calidad: se lo sabían al dedillo los urbanistas de la corte.
Alía se ha responsabilizado "de la parte moderna del montaje", esto es de la Gran Vía. "Hemos tapado los edificios en obras con lonas pintadas que evocan ese cielo. El motivo de los espirales entralazados en fucsia y plata evocan a su vez el enlace. La verdad es que al principio planeamos soltar globos al paso de la pareja nupcial. Al final renunciamos: por sobriedad y también por motivos de seguridad. El montaje se ha realizado en los últimos 20 días".
¿Qué obra se representa con este decorado? Una historia de amor. El flechazo entre el príncipe de sangre azul y la plebeya que, cuando él le dijo ven, lo dejó todo. Un clásico, vamos. A la gente le gustan los clásicos. Se entienden sin intermediarios, seducen a la primera. Además, Madrid tuvo en escena, apenas dos meses atrás, el horror en carne viva. Alía cree que hay catarsis en la respuesta masiva que están provocando ya los decorados. "Es urgente devolver la sonrisa a Madrid".
Ciudad abierta
"Después de los atentados, había que recuperar la imagen de ciudad abierta", asegura el decorador y anticuario Lorenzo del Castillo, otro miembro del equipo de Ortega. Ciudad abierta, dice: como Roma, otra metrópoli de atascos y grandes cielos. Fellini puede proporcionar otra clave muy oportuna para no rasgarse las vestiduras ante el exceso decorativista. "Una cosa así, está claro, no puede hacerse a gusto de todo el mundo. Pero habrá durado una semana; luego, vuelta a la normalidad". Del Castillo ha decorado la parte más monumental, de Cibeles a Atocha. Preciosa la fuente de Apolo, con ese fondo de altísimos plátanos, y el Neptuno entre reflejos acuáticos. El Prado ha sido engalanado con motivos procedentes de los bodegones de Arellano.
En la glorieta de Carlos V, frente a la estación de Atocha, se halla el Bosque de los Ausentes: 192 árboles recién plantados, cipreses y olivos, todavía ayer rodeados de sacos de tierra. Petunias, geranios y rosas aparecen por doquier.
Mañana llegará la utillería (Rolls-Royce), los comprimarios (guardia montada), los protagonistas de esta grand-opéra, recargada pero a fin de cuentas efectista. Madrid tiene derecho a sonreír. Y su gente a soñar.
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