¿Tú también los ves?
"¿CAMBIAS UNA CÓRNEA y ves fantasmas?" espeta a la paciente Mun (Angelica Lee) el Dr. Wah, psicólogo clínico encargado de su entrenamiento visual. Al recibir un trasplante ha recuperado la visión tras 19 años de oscuridad. Pero esa membrana dura y transparente, la córnea, parece conservar los extraordinarios poderes de su donante: una joven tailandesa capaz de prever el instante de la muerte de sus conciudadanos.
Nada que filmes clásicos de terror como Las manos de Orlac (1924) o El cerebro de Donovan (1953) no hayan desarrollado ya. Títulos elocuentes que aluden a lo díscolas que esas partes transplantadas suelen ser para con el receptor. Es como si los miembros u órganos trasplantados mantuviesen un nexo de unión indeleble con el donante. Idea interesante como tema de ficción, pero nada más. En ella se basa la coproducción asiática The Eye (Jian gui, 2002), de los hermanos Oxide y Danny Pang. Al igual que los protagonistas de 13 fantasmas (Ciberp@aís, 29-1-2004) con sus gafas especiales, Mun empezará a distinguir esas presencias, espectros, sombras o fantasmas que, como todo el mundo sabe, conviven entre nosotros.
La historia, declaran los directores, está basada en un hecho real. Y aquí está lo criticable. El filme apela a la credulidad del espectador. Porque el "hecho real" no es que una persona que ha recuperado la vista vea ciertas presencias extrañas, sino que una mujer, ciega de nacimiento, al recobrar el sentido de la vista tras ser operada, acabe suicidándose una semana después. Que no se establezca una distinción clara entre el suceso real y el argumento del filme es reprobable. Lo de menos es, pues, cómo se argumente la presencia de esos espíritus. El médico que ha operado a Mun explica: "Creemos que la conciencia que una persona tiene justo antes de la muerte es la misma que uno se lleva a la otra vida. Es decir, la imagen que uno tiene en su momento final se convertirá en la conciencia eterna de su alma. Aquellos que mueren repentinamente no han podido darse cuenta de que iban a morir. Se convierten en fantasmas pensando que viven en el mundo de los mortales. Pero también hay quien se niega a abandonar el mundo, la mayoría porque dejan asuntos sin resolver en su vida. Esas almas no pueden ser consoladas. Sólo hay una manera de ayudarles y es resolver aquello que habían dejado sin resolver." Peregrina justificación que avalaría el contacto permanente con el más allá.
Algo que los filmes El sexto sentido (1999) y Los otros (2001) han explotado concienzudamente, mostrando un mundo donde la convivencia entre mortales y fantasmas resulta de lo más normal. Por otra parte, ese inverosímil poder paranormal de la joven Mun cae en lo que ha dado en llamarse precognición, es decir, la supuesta capacidad de predecir acontecimientos futuros (la muerte, en este caso). Su mera existencia plantea paradojas temporales de todo tipo. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si una vez advertidos de la inminencia de nuestro óbito decidimos no estar en ese momento en el lugar señalado? En el tráiler del filme, sobre unas imágenes escalofriantes, una voz en off alerta: "Confías en tus ojos, dependes de tus sentidos, crees que estás solo. Pero ya nunca más volverás a estar seguro. Hay cosas espeluznantes que no puedes ver. ¿Cómo puedes saber si son reales?". Terror en estado puro. Aunque la pregunta final deja un resquicio por donde evacuar el desasosiego: si esos entes no son reales, por qué tenerles miedo. Como decía uno de nuestros abuelos: a quien realmente hay que temer es a los vivos, porque los muertos muertos están.
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