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LA POSGUERRA DE IRAK

La entrada en combate de las tropas italianas desata una crisis política en Roma

El ministro de Defensa, Antonio Martino, se niega a contestar las preguntas de los senadores

Enric González

La crisis iraquí provocó ayer una nueva tormenta política en el Senado italiano. El ministro de Defensa, Antonio Martino, compareció ante los senadores, pero se negó a aceptar preguntas, y la oposición abandonó en bloque la sala. La situación de Martino, como la de todo el Gobierno, era muy delicada: la Presidencia de la República reiteró el lunes que el contingente militar en Irak debía ceñirse a la misión estrictamente humanitaria autorizada por el Parlamento, algo cada vez más difícil por el recrudecimiento de los combates, o volverse a casa por imperativo constitucional.

El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, ya se impuso un año atrás al presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, tentado de sumar a Italia, de forma más o menos simbólica, a las fuerzas estadounidenses y británicas que se aprestaban a la invasión. En aquella ocasión, según revelaba ayer el diario La Repubblica, Ciampi amenazó a Berlusconi: "Si no estamos de acuerdo en que la nuestra debe ser en todo momento una misión de paz, le comunico que ya he escrito y depositado en manos del subsecretario un mensaje a ambas cámaras, según el artículo 87 de la Constitución, en el que pido al Parlamento que se respete el artículo 11 de nuestro texto constitucional".

El artículo 11 de la Constitución establece que Italia "repudia la guerra como instrumento ofensivo y como medio de resolución de las controversias internacionales". Ciampi sigue disponiendo, como entonces, del recurso del mensaje a la Cámara y al Senado.

El lunes, Ciampi convocó al ministro de Defensa y al jefe de Estado Mayor de Defensa, almirante Gianpaolo di Paola, para asegurarse de que, pese a los ataques sufridos por las tropas italianas y al creciente número de bajas, una de ellas mortal, la misión seguía ateniéndose a las normas establecidas en su momento y permitidas por la Constitución. Esas normas prohibían a los italianos participar en acciones de guerra y facilitar medios a los beligerantes, aunque autorizaban a Estados Unidos a utilizar sus bases militares en Italia y el espacio aéreo.

Tanto Martino como Di Paola aseguraron al jefe del Estado que no se había registrado ningún cambio y que, contra las sospechas de la oposición, no se había pasado del llamado peace keeping (mantenimiento de la paz) al peace enforcing (pacificación por vía militar).

El mismo lunes, Ciampi telefoneó a Berlusconi. Fue un gesto inusual, ya que el presidente del Gobierno dejó de comunicarse con el presidente de la República en diciembre, cuando éste se negó a firmar la ley de televisiones, y ambos personajes se tienen muy poca simpatía mutua. Ciampi tomó la iniciativa porque quería que Berlusconi fuera consciente de la absoluta necesidad de dejar en manos de la ONU la reconstrucción institucional de Irak.

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Según La Repubblica, el jefe del Estado recibió garantías por parte de Berlusconi, quien le aseguró que presionaría al máximo al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para que acelerara el traspaso de poder en Bagdad. Berlusconi, que ayer se reunió en Nueva York con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, debía entrevistarse hoy con Bush. Necesitaba arrancarle algún tipo de compromiso para salir con bien de su esperada comparecencia ante el Parlamento, mañana. Con elecciones europeas a la vista y un 60% de la población partidaria de la retirada, incluso los socios de coalición de Berlusconi empezaban a mostrar signos de nerviosismo por la incertidumbre sobre el futuro de la misión Antigua Babilonia.

Mientras tanto, en Roma, el Gobierno ganaba tiempo. El ministro de Defensa, Antonio Martino, compareció ante una comisión del Senado pero se negó a aceptar preguntas. Afirmó, entre otras cosas, que el contingente italiano podía hacer uso de la violencia si se sentía amenazado, aunque no fuera atacado. Esa interpretación de las normas, que permitía disparar primero, fue muy contestada por la oposición de centro-izquierda, que, ante la negativa del ministro a permitir preguntas o debate, abandonó la sala como protesta.

El ex primer ministro democristiano Giulio Andreotti, senador vitalicio, fue crítico con Martino: "Si una cuestión tan grave como la de Irak tenía que despacharse con la simple lectura de un texto, habría sido mejor que el ministro nos enviara una carta", ironizó. El ministro admitió que la situación en Irak se había agravado y que eran posibles nuevas bajas: "Las condiciones de seguridad siguen siendo críticas", dijo, "y el riesgo para las fuerzas del contingente permanece en niveles muy elevados".

Paul Bremer (centro), junto al nuevo presidente del Consejo iraquí (izquierda), Ghazi Mahsal Ajil al Yawer, y el enviado de la ONU, Lajdar Brahimi.
Paul Bremer (centro), junto al nuevo presidente del Consejo iraquí (izquierda), Ghazi Mahsal Ajil al Yawer, y el enviado de la ONU, Lajdar Brahimi.REUTERS

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