"La escultura es un medio de estorbar la realidad y llamar la atención sobre una idea"
Niño prodigio tal vez a su pesar, Luis Quintero (Cádiz, 1963) dio muy pronto muestras de una insólita capacidad para la creación escultórica. El tiempo no sólo no ha defraudado las expectativas, sino que ha conferido madurez a su obra y la ha dotado de un armazón teórico que no rehúye el compromiso con su mundo y con su tiempo. Todo ello se hace patente en Ningún lugar, una exposición en el Museo Provincial de Cádiz que abarca desde piezas de los últimos años a sus trabajos más recientes, incluyendo pinturas, fotocomposiciones y objetos. La muestra se divide en tres bloques: Babel, Animalversión y CAÁO (Campaña para la Ampliación del Ángulo Obtuso), en las que Quintero funde clasicismo y desenfado, provocación y antibelicismo, al tiempo que permite rastrear su propia evolución desde el hiperrealismo a la pasión lúdica por el lenguaje y sus posibilidades en el campo de la plástica.
Pregunta. En su exposición se repiten los alegatos a favor de la abolición de las fronteras. ¿Ningún lugar o todos los lugares?
Respuesta. Es ningún lugar en sentido utópico. La isla de Tomás Moro, de hecho, significa precisamente eso. No hay lugar en el mundo que reúna todos los requisitos ideales. Por eso trato de explicar que lo que nos iguala no es lo que somos, sino lo que queremos ser, el modo similar que tenemos de vertebrar nuestros sueños.
P. Carlos Edmundo de Ory proclama en el prólogo de la exposición que "todos somos extranjeros". ¿Lo suscribe?
R. Claro. El hombre tiene un gueto, que es la Tierra. Pero somos mucho más que el lugar en el que estamos.
P. Abundan en su obra los acrósticos, los juegos de palabras, las referencias literarias. ¿El lenguaje es para usted herramienta, cincel, o materia como el mármol o la terracota?
R. El lenguaje es las dos cosas. Es materia que uso formalmente, pero también una herramienta magnífica para abrir la realidad. Cada palabra es una puerta, y yo me meto por ella para buscar la imagen que provoca. Porque las palabras siempre provocan imágenes. No es que sea una herramienta: es la herramienta. Y obviamente también es aplicable a la plástica.
P. Hay también collages léxicos que recuerdan a la estética punk. ¿Ser iconoclasta es oficio, o militancia?
R. Para mí es más bien un vicio, que intento ir erradicando poco a poco. Sospecho que con el tiempo me voy volviendo cada vez más espiritual. Tengo un colega que siempre habla del arte como sacerdocio, y puede que me esté deslizando hacia esa postura, y el trabajo se esté convirtiendo para mí en necesidad, en terapia o en una tabla de salvación.
P. No faltan en su labor los guiños a las fábulas clásicas. Pero quizá el público no alcanza a saber, después de ver sus trabajos, si usted las ama o las odia.
R. Respeto las fábulas, pero hay mensajes en ellas que no comparto. No llego a odiarlas, pero a menudo no soporto su moralina. Lo de la tortuga voluntariosa, por ejemplo, es una salvajada. Como si no hubiera otras cualidades que valorar en ella. Creo que puede ser maravilloso ser tortuga sin necesidad de competir con la liebre. Claro que los griegos tenían un concepto de competición distinto del actual. Quizá lo que me irrita es la tergiversación que hacemos de aquellas historias, a favor de determinadas virtudes teologales.
P. Una de las piezas centrales de la muestra representa una pajarita de papel con un esqueleto de paloma superpuesto. ¿Y si la paz es tan aburrida como piensan algunos políticos?
R. Hay también una paloma apoyada en dos muletas, que son las patas de la pajarita de papel. Con ella quiero expresar que la paz está juguetizada, se ha convertido en un arma más en el juego mafioso de las potencias. Es como si la paz ya no se entendiera sin todas sus guerras. Hay pocas ideas para llegar a la paz, y las que predominan, me temo, no son las más adecuadas.
P. Creo que fue Baudelaire quien dijo que la escultura es ese objeto con el que uno tropieza en una galería cuando está contemplando cuadros. Puede usted replicarle.
R. Estoy totalmente de acuerdo. La escultura es, en efecto, un medio de estorbar perceptualmente en la realidad y llamar la atención sobre una idea. Esa es una concepción muy platónica, el arte como estorbo. Recuerdo que Calvino decía también algo parecido: que en su república, el único arte sería la literatura.
P. Entonces, ¿cuál es el papel, a su juicio, del artista plástico en la república actual?
R. Para mí la tarea del creador contemporáneo es favorecer la mezcla. Defender cualquier pureza, en el arte o fuera de él, me parece, como poco, ingenuo. Miras atrás, todo lo que ha pasado en el siglo XX, y ves hasta qué punto la pureza ha causado estragos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.