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Columna
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Ciegos

Tan equivocado es establecer una vinculación directa entre la pobreza y el terrorismo islámico como negar toda relación entre una y otro. Cierto: ni Bin Laden es un pordiosero, ni quienes estrellaron los aviones o pusieron las bombas en los trenes tuvieron jamás que pedir limosna. Y sin embargo, parece claro que el nacimiento de este nuevo terrorismo y la situación palestina, entendida no solo como problema político sino también económico, no son hechos independientes. Asimismo, el creciente deterioro de la situación iraquí y el fortalecimiento de la resistencia parecen en cierta medida alentados por el paro y la pobreza en la que está sumida la mayoría de la población. Reconozca que si usted fuera uno de esos fanáticos que se dedican a reclutar mártires de Alá, antes de pasarse por Emiratos Árabes se daría una vuelta por los invernaderos de El Ejido. Parece lógico pensar que si una persona no tiene mucho que perder y se siente explotado, humillado y excluido de la sociedad en la que trata de sobrevivir no pondrá mala cara a la posibilidad de convertirse en un soldado de Dios para aniquilar a quienes fácilmente pueden ser presentados como sus enemigos.

No sé exactamente qué ha pasado en El Ejido. Creo que un grupo de inmigrantes intentó abrir un bar sin los permisos correspondientes y que la Policía Local lo cerró. Parece ser que los inmigrantes presentaron ante el defensor del pueblo una queja por supuestos abusos cometidos por uno de los policías, y que José Chamizo acaba de abrir una investigación. El alcalde Enciso lo ha acusado de "venir a Almería a meter fuego, alentar la xenofobia y volver a calentar el ambiente"; lo ha llamado irresponsable "por decir que la denuncia de los inmigrantes sobre la Policía Local parece tener una base real"; y ha formulado la frase de la semana: "Es incomprensible cómo ese hombre puede considerarse defensor del pueblo andaluz, y parece que es un defensor de los inmigrantes".

Da igual que los marroquíes tuvieran permiso o no; da igual que los policías cometieran excesos o no; da igual que la queja de los denunciantes tenga o no base real. Lo preocupante en este asunto es la ideología subliminal (o no tan subliminal) que se trasluce en la frase del alcalde: una cosa son los andaluces y otra muy diferente los inmigrantes. O se está con unos o se está con otros.

No sé si será cierta la denuncia que ha hecho en la prensa local un miembro de Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes en España (Atime). Según él, dos personas se han dedicado en los últimos días a visitar zonas marginales de El Ejido, Roquetas y La Mojonera para reclutar adeptos. Si los sucesos de El Ejido demostraron que era urgente trabajar para que andaluces y marroquíes no se vieran como enemigos, después de todo lo que ha sucedido esa exigencia es más apremiante. Y eso pasa necesariamente por una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores extranjeros. Contra el fanatismo se lucha de muchas maneras. Y una de ellas es combatiendo la desigualdad y la pobreza.

Lo peor de Enciso no es que sus palabras sean las de un fascista. Lo peor es que está ciego.

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