"España tiene vocación de estar en el grupo de vanguardia de la UE"
Joaquín Almunia (Bilbao, 1949), el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios que ha sustituido en el cargo al vicepresidente Pedro Solbes, es testigo directo estos días de cómo ha sido recibido en Europa en el vuelco electoral español del 14-M, y, nada más llegar al ejecutivo comunitario, ha vivido en primera fila la histórica ampliación de la UE a 25 Estados.
Pregunta. ¿Por qué dudó tantos días antes de aceptar la oferta de José Luis Rodríguez Zapatero de ser comisario europeo?
Respuesta. Creo que, a los 55 años, después de haber hecho casi todo en la vida pública en España, y después de haber trabajado aquí ya unos cuantos años antes de empezar mis tareas políticas en España, el hecho de cambiar de lugar de residencia, de cambiar de actividad y pasar a un nuevo escenario... merecía la pena tomar un tiempo antes de decidir. Me pareció desde el principio una oferta extremadamente interesante, pero entendí que debía pensar lo que hacía.
"La voz de la España democrática siempre se ha escuchado aquí con mucha atención. Pero ahora se valora el estilo diferente de Zapatero, Moratinos o Solbes"
"Los ciudadanos no hablan de ejes o de nuevas y viejas Europas. Hablan de crecimiento, de empleo, de paz y seguridad, de un horizonte sin incertidumbre"
"Los referendos van a ser una realidad en el proceso de ratificación de la Constitución
"Hay una lógica preocupación por la subida de los precios del petróleo y de algunas materias primas. Pero, de momento, no hay razones para la alarma"
"El Reino Unido debe estar en vanguardia. Europa no se va a construir con solidez si ese país expresa continuamente dudas sobre lo que estamos haciendo"
"El Pacto de Estabilidad genera resistencias en países que no creían que se les iba a aplicar, y a su vez se ven algunas piezas que hay que ajustar mejor"
P. El presidente del Gobierno ha reiterado que su prioridad es Europa. ¿Encaja en ese planteamiento que haya situado de cabeza de lista a las europeas y de comisario a José Borrell y a Joaquín Almunia, dos figuras destacadas del PSOE y ex líderes del partido?
R. Tanto en el programa electoral como en su discurso de investidura, Zapatero marcó inequívocamente la opción de volver a situar a Europa en el centro de nuestro proyecto político. Ha sido una idea que siempre ha estado presente en el ánimo de la opinión pública española. Quizá no habría que explicarla tanto si no fuese por el paréntesis extraño, inexplicable y negativo, en el que hemos vivido en los años de Gobierno de José María Aznar, sobre todo en su segunda legislatura.
P. Como nuevo comisario, ¿ha experimentado ese ambiente diferente, ese distinto trato que se da a España a raíz del vuelco electoral del 14-M?
R. Soy testigo aquí, en Bruselas, de la satisfacción con que se reciben las nuevas posiciones del Gobierno español en comparación con las anteriores. La voz de la España democrática siempre se ha escuchado aquí con mucha atención, pero ahora se valoran especialmente los nuevos mensajes, el estilo diferente de José Luis Rodríguez Zapatero, Miguel Ángel Moratinos o Pedro Solbes.
P. Algunos ya han empezado a hablar del nuevo eje París-Berlín-Madrid.
R. De lo que hay que hablar, y de lo que se está hablando, es de cómo integramos a los 25 países miembros en un mismo proyecto político. Por tanto, no es muy positivo fijar ejes. Lo que hay que hacer es componer voluntades, armonizar intereses, buscar unos objetivos políticos comunes para Europa, y, a partir de ahí, dibujar un proyecto europeo que sea atractivo y útil.
P. ¿Perciben los ciudadanos esos mensajes? Las encuestas reflejan que hay un foso entre los dirigentes políticos y las opiniones públicas.
R. El comisario Antonio Vitorino [portugués, encargado de Justicia e Interior] nos explicaba hace unos días el resultado del último eurobarómetro y había elementos preocupantes. El sondeo reflejaba cierta incomprensión por parte de la opinión pública sobre lo que está sucediendo; sobre la ampliación, por ejemplo. Hay que esforzarse por hablar un lenguaje que los ciudadanos entiendan. Y los ciudadanos no hablan de ejes o de nuevas y viejas Europas. Hablan de crecimiento, hablan de empleo, hablan de paz, de seguridad, de la necesidad de dibujar un horizonte sin incertidumbre para el futuro de las personas mayores o para el porvenir de los jóvenes... De eso tenemos que hablar.
P. Pero en sus discursos o informes, los responsables y altos cargos de la Comisión o el Consejo utilizan lenguajes y términos ininteligibles para los ciudadanos.
R. Me parece una crítica en parte razonable, pero que no se puede formular en exclusiva a las instituciones europeas. Ésa no es la crítica que hay que hacer a Europa. Quizá nos falta capacidad de liderazgo, capacidad de interlocución con los ciudadanos para explicarles no sólo lo que Europa quiere hacer, sino incluso qué es Europa hoy, tras los avances conseguidos en las dos últimas décadas.
P. Cuando se habla del eje París-Berlín o París-Berlín-Madrid, muchos se están refiriendo a la necesidad de que, en una Europa con 25 Estados, haya un grupo de cabeza, una vanguardia en la que el Gobierno español dice que quiere estar.
R. Sin duda España tiene vocación de estar en ese grupo de vanguardia. Debe estar en vanguardia, como Francia y Alemania, porque los dos están en el origen de este proceso de integración europea. Pero queremos que esté también en vanguardia el Reino Unido. Europa no se va a construir sólidamente si un país tan importante como el Reino Unido expresa continuamente dudas sobre lo que estamos haciendo. Y Europa ya no se entiende sin tener en cuenta que ya somos 25 países, cada uno de ellos con su sentimiento nacional, sus intereses, sus prioridades y sus ambiciones. Todo eso es Europa, esa diversidad es Europa y es lo que todos tenemos que representar.
P. El referéndum que ha anunciado Tony Blair sobre la Constitución europea puede aclarar el papel del Reino Unido en la UE. Si la respuesta es negativa, también puede provocar una tremenda crisis.
R. Tanto los líderes británicos, como todos los que queremos que la Unión Europea avance, tenemos que explicar a los ciudadanos del Reino Unido cuáles son las razones, las ventajas que ya tienen y van a seguir teniendo por participar claramente en el proceso de integración. Los referendos van a ser una realidad en el proceso de ratificación de la Constitución, que será largo y complicado.
P. Nada más sentarse en su nuevo puesto de trabajo, ha tenido que lidiar con el controvertido Pacto de Estabilidad, que en línea con su antecesor, Pedro Solbes, usted intenta aplicar contra viento y marea.
R. Mi política es la que marca el Tratado. El Pacto de Estabilidad no es la política de un comisario. Es la política de la Comisión y es la política fijada en el Tratado. Éste es nuestra ley y las leyes están para ser aplicadas, para ser cumplidas. ¿Qué le pasa al Pacto? Que fue diseñado en un momento en el que la economía crecía, cuando los países que lo diseñaron temían corrientes inflacionistas de los países de la periferia. ¿Cuál es hoy la situación? Muy distinta a la de 1997. Hay problemas de crecimiento, empezando por Alemania, Italia, Holanda. Y no hay problemas de inflación, no hay tensiones inflacionistas, sino falta de actividad y una incertidumbre de futuro. Pero, pese a ese cambio de contexto es evidente la necesidad de coordinar las políticas económicas y reforzar la integración en este terreno, de la que todos sacamos ventaja. Un mecanismo como el Pacto de Estabilidad es, si cabe, más necesario de lo que era en 1997, y sus líneas básicas nadie las pone en duda.
P. Pero hay incuestionables resistencias a su aplicación.
R. Surgen resistencias en países que no pensaban que ese pacto se les iba a aplicar a ellos, y a su vez se ven algunas piezas que hay que ajustar mejor. No en los pilares sino en las piezas que lo desarrollan. Sobre esto estamos reflexionando en la Comisión, en los Estados miembros y entre los expertos en la materia. En los próximos meses vamos a lanzar al debate público alguno de los ajustes de las piezas del Pacto de Estabilidad. Esta semana, por ejemplo, hemos tomado decisiones con respecto a algunos de los nuevos países miembros que empiezan a integrarse en la Unión Económica y Monetaria, lo que añade un nuevo elemento a la reflexión. Hay otro elemento muy importante. En el año 2000, tres años después de aprobado el Pacto de Estabilidad, se lanzó la estrategia de Lisboa, formada por un conjunto de reformas para que Europa aumente su potencial de crecimiento y no se quede detrás de Estados Unidos. Los jefes de Estado y de Gobierno son conscientes de que Europa es un espacio muy útil para impulsar esas reformas: en los sistemas de protección social para ajustarnos al futuro de envejecimiento de la población, en los mercados de trabajo para hacerlos más eficientes, en las políticas industriales, en la política tecnológica, en el fomento a la investigación y desarrollo. Y cuatro años después nos estamos dando cuenta de que esas reformas imprescindibles no se están realizando en la mayoría de los países, y que nos faltan instrumentos para hacerlas realidad. A veces algún país se queja de que el Pacto de Estabilidad supone aplicar demasiados instrumentos, pero lo que está claro es que faltan herramientas para impulsar a escala europea las reformas económicas.
P. La Comisión está preparando reformas del Pacto cuando resulta que son los países que lo promovieron quienes lo incumplen.
R. No echemos la culpa a los médicos de que existan enfermedades. Los médicos están para prevenir las enfermedades y no sólo para cuidar a los pacientes. Hay que prevenir las situaciones antes de que creen problemas porque en una economía tan integrada como la europea, la interdependencia es muy elevada.
P. ¿Cuál es la enfermedad y cómo hay que atajarla?
R. Ya sabemos lo que hay que hacer: lo hemos descrito en las grandes orientaciones de política económica y en la Estrategia de Lisboa. Lo que pasa es que los Gobiernos están sometidos a presiones políticas internas; en unos casos son Gobiernos de coalición, en otros afrontan elecciones difíciles o una opinión pública que les plantea determinadas resistencias. En el caso de Italia, que hemos discutido estos días, ni siquiera el Gobierno de Berlusconi ha discutido lo que había que hacer. ¿Qué ha pasado? Que en vez de tomar las medidas en mayo, prefiere hacerlo después del 13 de junio, tras las elecciones europeas. ¿Hubiera sido mejor tomar las medidas ahora? Sin duda. Pero vayamos a la sustancia de las cosas: el objetivo principal de la advertencia lanzada por la Comisión era que el Gobierno italiano se comprometiera a tomar medidas y lo ha hecho.
P. El problema es ahora con Italia. En noviembre pasado, con Francia y Alemania. Estamos hablando de resistencias que plantean las tres principales economías de la zona euro.
R. En el caso de Francia y Alemania, la Corte de Justicia de Luxemburgo hará pública dentro de unas semanas la sentencia sobre el litigio que tenemos entre la Comisión Europea y el Consejo de Ministros. Pero incluso el Consejo asumió entonces que Francia y Alemania tenían que hacer lo que la Comisión proponía. Por tanto, ¿se aplica el Pacto sin ningún tipo de resistencia? No, en estos momentos difíciles lo extraño sería que no hubiese resistencias. Pero vamos avanzando. Pongámonos diez años atrás, cuando ya habíamos decidido avanzar hacia el euro. Era inimaginable que entonces pudiésemos estar diciendo a Alemania lo que tenía que hacer con su política económica. Y hoy lo estamos haciendo con total naturalidad.
P. El Pacto se acata, pero no se cumple.
R. No siempre se cumple en sus términos precisos. Pero otras veces si que se cumple al pie de la letra. Vamos a poner tres casos. Portugal se sometió a las reglas del Pacto hace dos años, y esta semana hemos dado la buena noticia de que, gracias a la aplicación de las recomendaciones del Ecofin [ministros de Finanzas de la UE], ya ha salido de la situación de déficit excesivo. El Gobierno portugués, además, ha asumido que tiene que seguir adoptando medidas de control porque en caso contrario volverá a ser objeto de imposiciones. Luego se aplica el Pacto. Holanda está por encima del 3% de déficit. El ministro holandés ha admitido delante de sus colegas que acepta las obligaciones que impone el Pacto. Dentro de un mes habrá recomendaciones de nuevas medidas y nuevos compromisos asumidos por ese Gobierno. El Reino Unido ha visto cómo se ha analizado su situación y ha admitido la aplicación de las reglas del Pacto.
P. La Comisión ha empezado también a fiscalizar a los nuevos socios de la Unión.
R. Hemos empezado a aplicar las reglas de gobernanza económica, a seis de los 10 nuevos países miembros. También en este caso el Pacto se está cumpliendo. Con dificultades, claro, porque cuanto más difícil es la situación económica de un país, más dificultades hay para aplicar la terapia correspondiente. Ahora bien, ¿alguien cree que, si el Pacto no existiese, el Gobierno alemán podría estar haciendo cosas totalmente diferentes a las que se va a ver obligado a hacer? El Pacto es una ayuda para el propio Gobierno alemán, y Alemania sabe que no puede defraudar al resto de los países miembros de la UE no resolviendo sus propios problemas. En definitiva, el Pacto está vivo y lo va a seguir estando porque no es posible que Europa siga avanzando en su proceso de integración sin mecanismos de gobernanza económica y sin disciplina presupuestaria.
P. Es incuestionable que la economía no va como debiera y que hay países que se sienten limitados en sus políticas por las estrictas exigencias del Pacto. ¿Hay un enfrentamiento entre liberalismo e intervencionismo?
R. En el debate que he tenido ocasión de animar esta semana, tanto en el Eurogrupo [ministros de Finanzas de la eurozona] como en el Ecofin, no he oído a ningún ministro decir que sus problemas de crecimiento económico tengan su origen en el Pacto. Y cuando nos comparamos con otras áreas del mundo que crecen más, vemos que sus economías han sido objeto de más reformas. Europa también tiene que acometerlas para afrontar el envejecimiento de la población y organizar mejor el funcionamiento de sus mercados. No es una cuestión de liberalismo, sino de eficacia. En caso contrario, los inversores desplazarán los capitales a otros lugares y el empleo se generará en otros lugares. Las exportaciones europeas serán menos competitivas y los productos que nos quieran vender entrarán con más facilidad en nuestros mercados. Si no tenemos una economía sólida, no podremos financiar nuestro modelo social europeo, del que nos sentimos muy orgullosos y que tenemos que preservar a toda costa.
P. ¿Es esa falta de reformas la que hace que Estados Unidos y Asia estén creciendo mucho más que Europa?
R. Nosotros debemos crecer más, pero sin renunciar a la defensa y a la profundización de nuestro modelo social. Queremos ser una sociedad con una economía muy avanzada, pero no sólo en renta o en cifras estadísticas, sino más avanzada en protección social, en servicios sociales, en oportunidades para los jóvenes, en cohesión social, en igualdad entre hombres y mujeres. Y ese esfuerzo merece la pena.
P. Sin embargo, en las reformas que se están produciendo en los últimos años se perciben recortes del bienestar social europeo.
R. Si observamos la evolución de los sistemas de protección social en Europa en los últimos 10 años, vemos que su peso relativo ha aumentado. Lo que pasa es que en algunos países hay excesos que requieren recortes. Además, tenemos que afrontar nuevos desafíos. España, por ejemplo, tiene una población que todavía no ha envejecido tanto como en otros países, pero de cara al futuro tiene que ser consciente de que el sistema de atención a las personas mayores es aún raquítico.
P. En algunos países hay resistencia a las reformas.
R. Muchas de las resistencias se dan en sectores económicos que funcionan en régimen de oligopolio y que no quieren aceptar que se introduzca más competencia. Pero en ese como en otros casos cada vez hay más convencimiento en la opinión pública de que hay reformas que son imprescindibles. Los afectados directamente en sus derechos adquiridos protestan. Antes hablaba de Alemania. Hubiese sido impensable que un Gobierno socialdemócrata como el de Gerhard Schröder hubiese podido impulsar hace unos años, sin gran conflicto social, las reformas que ahora está adoptando en el marco de la Agenda 2010.
P. En estos momentos Europa asiste a un alza en el precio del petróleo y a la incertidumbre del conflicto en Irak.
R. Hay una lógica preocupación por la subida de los precios del petróleo y de algunas otras materias primas. Pero, de momento, no hay razones para la alarma.
P. ¿Qué evolución augura para los tipos de interés?
R. Las previsiones en Estados Unidos auguran una subida no muy intensa de tipos en los próximos meses desde el 1% actual. En estos momentos, no veo ninguna razón para que esa subida en los tipos contamine los mercados europeos. En todo caso, creo que en Europa nuestro problema es la falta de reformas y la falta de confianza de los consumidores.
P. Ha llegado a la Comisión a seis meses de que concluya su actual mandato. ¿Es su voluntad la de continuar en el siguiente?
R. Sí.
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