_
_
_
_
Reportaje:UN PROYECTO EUROPEO

La crisis de la política y la UE refuerzan la Corona

Sólo la familia real británica tiene pánico a la cobertura periodística

La crisis de legitimidad que sufre el mundo de la política, junto a la integración europea, que hace que el ciudadano perciba el poder como algo lejano y abstracto ¿contribuyen a reafirmar la monarquía en Europa? La opinión, sobre todo en el norte del continente, manifiesta una vinculación indefectible a la institución, que para otros, como en Francia, parece ya de otro mundo. En el Benelux y Escandinavia los soberanos encarnan la legitimidad de un poder que en los hechos y en los términos constitucionales es, sin embargo, muy limitado.

Es una legitimidad "que no pertenece al orden de lo democrático racional y que, por ello, resulta, quizá, más correosa en una crisis que la legitimidad política moderna", comenta Philippe Lauvaux, profesor de derecho público en París II. Es un fenómeno similar al que se produce en ciertos países del este de Europa, como dice Paul Magnette, profesor de ciencia política en la Universidad Libre de Bruselas. Incluso si se trata sólo de Rumania o Bulgaria, la vuelta, en las que fueron dictaduras comunistas, de la idea monárquica, traduce una cierta nostalgia de antiguo régimen, pero, sobre todo, un horror al vacío. "Las monarquías con éxito serán las que mantengan un perfil modesto", añade Magnette. "Cabe subrayar que las instituciones y las personas en las que la opinión pública confía son aquellas que parecen las menos "politizadas como ONG, personalidades independientes y monarquías que respetan el régimen representativo, manteniéndose a distancia de las divisiones políticas".

"Las monarquías con éxito serán las que mantengan un perfil modesto"
La monarquía británica ha perdido todo su poder de fascinación
Más información
Una monarquía demócrata
El Este sueña monarquías

Si, en Suecia, el papel del monarca se reduce a lo protocolario, desde los años setenta, en otros Estados el rey continúa ejerciendo una función política, siempre que definamos así el papel de mediador de Juan Carlos I en España o de Alberto II en Bélgica, donde la Monarquía es uno de los últimos elementos federadores del país. Popular tanto en Flandes como en Walonia, el rey parece tanto menos anacrónico cuanto que, bajo la influencia de su esposa, la muy italiana Paola, la casa real aporta lo que el profesor Lauvaux llama "un elemento de decoración", rompiendo con la austeridad del largo reino de Balduino, muerto en 1993, de forma que el palacio se ha abierto a los medios de comunicación para convertirse en un útil de relaciones públicas. El palacio bruselense de Laeken ha sabido administrar los riesgos inherentes a esa apertura: los problemas de Alberto, padre de una hija nacida fuera del matrimonio, o de su hijo Laurent, amante de la velocidad y de las mujeres hermosas, no han sobresaltado especialmente a la opinión.

Es una evolución muy diferente a la de Reino Unido, donde parece que lo mejor es que se hable lo menos posible de la familia real. Tarea que desempeña con celo meritorio el servicio de prensa del palacio de Buckingham, dirigido por una diplomática de carrera, Penny Russel-Smith. Los contactos con los informadores acreditados se han reducido al mínimo, hasta el punto de que el puesto de dir.com, tradicionalmente ocupado por un profesional de las relaciones públicas procedente del sector privado, fue suprimido el año pasado. Por ello, los periodistas son sistemáticamente desviados a la web de la Oficina de Prensa.

La Monarquía británica ha perdido todo su poder de fascinación. La adhesión a la Corona ya no es lo que era, en particular para las jóvenes generaciones, más interesadas en las andanzas de las estrellas deportivas, de la televisión o del espectáculo. Mucho buckinghamólogos se han quedado sin trabajo. Sólo el príncipe Guillermo, primogénito de Carlos, cuyas amiguitas aparecen a menudo en la primera de los diarios populares, sigue vendiendo.

Mary Donaldson y Federico de Dinamarca, tras contraer matrimonio en Conpenhague.
Mary Donaldson y Federico de Dinamarca, tras contraer matrimonio en Conpenhague.GORKA LEJARCEGI

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_